Una persona no necesariamente debe irse de casa físicamente para convertirse en un pródigo. En este capítulo, los escritores explicarán que un pródigo también puede ser aquella persona que, aunque vive en casa, su corazón está lejos del hogar y los preceptos de Dios.   

La mayoría de las familias tienen un adolescente que en sus años de adolescencia parece tener las posibilidades de convertirse en un pródigo. Quizás esta perspectiva negativa que tenemos puede transformarse en una profecía autocumplida, pues les imponemos a nuestros hijos estándares imposibles. En este capítulo encontraremos recomendaciones para evitar obligar a nuestros hijos a ir en la dirección incorrecta.  

“¿Qué hicimos mal?” es uno de los pensamientos que más rodea la mente de los padres de un pródigo. En este capítulo, los escritores nos invitan a pensar en el padre sin errores (Dios), y que, aun siendo perfecto, recibió el rechazo de la decisión de Adán y Eva, al escoger un camino que Él no quería que escogieran.   

Si usted va a criticar a los hijos de otra persona siempre debe esperar a que los suyos al menos tengan 90 años, de otra forma, se expone a la posibilidad de terminar tragándose sus propias palabras. Los escritores nos animan a ser padres que en lugar de juzgar la forma de crianza que tienen otros padres, podamos escuchar, aprender y tener compasión por la comunidad de padres que nos rodean.  

¿Cuál es la alternativa contraria al perdón? -El rechazo. Este generalmente trae consigo aislamiento, amargura y un fuerte distanciamiento de aquellos a los que intentamos atraer. En este capítulo aprenderemos que el perdón nos permite continuar amando a nuestros pródigos.  

Los pródigos regresarán al hogar cuando la casa del Padre esté llena del amor del Padre. Quizás el gran obstáculo para el regreso de nuestros pródigos sea la condición en la que se encuentre nuestro amor, misericordia y perdón. Este capítulo está lleno de recomendaciones sobre cómo lograr llenar nuestra casa con el Amor del Padre, de modo que preparemos el ambiente para el regreso del pródigo.   

Cuando nuestros pródigos regresen al hogar, debemos ser pacientes con ellos. El padre sabe que su hijo vuelve herido, mal oliente y con vergüenza. No diga: “Te dije”. Simplemente amemos y tengamos paciencia. En este capítulo aprenderemos que, cuando regresan, los pródigos ya saben que cometieron errores, ahora necesitan ánimo para continuar el camino.  

Cuando las personas a las que les ha tocado llorar por sus pródigos se ponen a orar, generan una maravillosa escena. Sus corazones ya han sido quebrantados, saben que nadie puede dar respuesta a sus oraciones, solo Dios. En este capítulo seremos invitados a depender de Dios y a depositar sobre él toda nuestra ansiedad.