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6 Maneras de Ayudar a su Hijo Altamente Sensible a Prosperar

Mujer abrazando su hija

La crianza de niños sensibles es un enorme privilegio y una gran responsabilidad. Estas son seis maneras en las que podemos ayudar a nuestro hijo altamente sensible a alcanzar su potencial mientras les guiamos.

Entré en la habitación de mi hija y me acomodé en la cama frente a ella. Ella me miró de reojo con una expresión curiosa, pero cautelosa. En esos ojos, pude ver el dolor que había quedado después de nuestra desastrosa experiencia de compras de una hora. Cien blusas, cien rechazos y una mamá impaciente. Como yo sabía que era una niña muy sensible y emocional, sabía que tenía que abordar la situación con intencionalidad.

 “Me equivoqué. Lo siento mucho. ¿Qué estás sintiendo? Tengo muchas ganas de saber.”

Ana respiró hondo y se abrieron las puertas ocultas. Muchas lágrimas, muchos sentimientos: varios viajes de compras fallidos.

“No me gustan mis hombros. Mis amigas y hermanas no tienen hombros musculosos como los míos; los tienen pequeños. Y todo el mundo quiere que use ropa que no es para mí”.

Cuanto más hablaba, mejor entendía su complejo mundo interior: Hoy no se trataba de la ropa ni de nuestra relación. Se trataba de la imagen corporal y la comparación entre hermanos, la inseguridad y la identidad. Y yo pensando que se trataba de blusas.

6 Maneras de ayudar a su hijo altamente sensible y emocional a desarrollarse

Ser padres de niños emocionales y sensibles es un privilegio y una responsabilidad enorme, un privilegio porque tienen capacidades extraordinarias para la intuición, la alegría y el amor; una responsabilidad porque sus almas son tiernas y se lastiman más fácilmente. No viven en la superficie de la vida. Más bien, reflexionan, se preocupan, se inquietan. Cuando están felices, la casa se llena de sol, pero cuando están tristes, la casa se cubre de sombra. Cuando están heridos, pueden permanecer pensando en esto durante horas, incluso días.

Entonces, ¿cómo criamos a nuestros hijos sensibles? Aquí hay seis formas en que podemos ayudar a nuestro hijo altamente sensible a desarrollarse.

1.      Reconozca sus emociones

Nuestros niños sensibles anhelan ser tomados en cuenta y valorados por quienes son. Sin embargo, debido a que tienden a responder con tanta fuerza, podemos sentirnos tentados a adaptarnos a sus estados de ánimo.

¿Está enfadado? Toda la familia camina sobre cáscaras de huevo. ¿Está decepcionado? Cambiamos de planes para animarlo.

Satisfacer continuamente el estado de ánimo de un niño puede ser contraproducente para otros miembros de la familia, creando resentimiento y frustración. Entonces, si bien es importante reconocer las emociones del niño sensitivo, no debemos permitir que esos sentimientos dicten el estado de ánimo del hogar.

Durante una cena, mientras el resto de la familia comía, reía y contaba historias, mi hijo Benjamín picoteaba con desgano sus espaguetis. En poco tiempo, sus hermanos comenzaron a sentirse culpables por alegrarse cuando él estaba molesto.

Le hice señas a Benjamín para que se uniera a mí en la habitación de al lado y luego le pregunté: “¿Qué pasa?”

Él dijo: “Tenía ganas de comer tostadas francesas”.

Le ofrecí una sonrisa comprensiva. “Lo siento, Benjamín. Sé que prometí tostadas francesas, pero no tenemos sirope.

Él asintió, aunque me di cuenta de que todavía estaba triste. Benjamín es muy sensible, así que aprendí a llamarlo y verificar dos veces sus respuestas en caso de que se esconda un problema más profundo debajo.

“¿Pasó algo más hoy?”

 “No. Es solo la comida”, dijo.

 “Está bien”. Sonreí y él pareció ablandarse. “Ben, está bien sentirse decepcionado, pero no está bien malhumorarse. ¿Puedes reunirte con la familia sin hacernos sentir que te estamos traicionando?”

Él ofreció una vaga sonrisa.

Las emociones de nuestros hijos sensibles no deberían dictar el estado de ánimo de los demás miembros de la familia. A veces, debemos ayudar a nuestros hijos a encontrar expresiones más saludables y a comprender sus límites. Después de todo, Dios nos llama a demostrar bondad y dominio propio incluso cuando estamos molestos, frustrados o heridos.

2.      Ayúdelos a desarrollar su vocabulario emocional

En todas las edades y etapas, los niños sensibles (y, en realidad, todos los niños) necesitan aprender no solo cómo hablar sobre los sentimientos, sino también cómo etiquetar y expresar sus emociones de manera saludable.

Con niños pequeños y preescolares, trate de hacer preguntas simples: “¿Te sientes enojado? ¿Triste? ¿Decepcionado?”. Enseñar a los niños pequeños a identificar y nombrar sus emociones alivianará los arrebatos y las rabietas. A veces no saben cómo expresar exactamente lo que sienten. Enséñeles a identificar sus sentimientos usando una tabla de emociones.      

Con los niños en edad escolar, las historias bíblicas y otras historias saludables pueden servir como trampolines de conversación que cultiven la madurez emocional. Podemos hacer preguntas a nuestros hijos como:

  • “¿Qué siente este personaje?”
  • “¿Cuándo te has sentido así?”
  • “¿Cómo crees que Dios se sentiría acerca de la forma en que esta persona reaccionó?”

3. Ayúdelos a practicar cómo responderán

Cuando nuestros hijos estaban en edad preescolar, mi esposo Kevin y yo les dimos la oportunidad de practicar una expresión emocional saludable durante nuestros tiempos de devocional familiar. Elegíamos un pasaje simple como “Hacedlo todo sin murmuraciones ni contiendas” (Filipenses 2:14). Luego representábamos un escenario familiar de diferentes maneras.

Para la primera ronda, los niños hacían el rol de padres, y Kevin y yo éramos los niños. Nuestros hijos anunciaban: “¡Es hora de irnos del parque de juegos!” Kevin y yo empezábamos a llorar y a gemir, al estilo de los niños pequeños. Incluso podíamos rodar por el suelo fingiendo los berrinches.

Nuestros hijos estallarían en un coro de consejos entre risas: “¡Mamá! ¡Papá! ¡No pueden hacer berrinches! ¡Dios dice que no se quejen!”

Luego representábamos la escena nuevamente, esta vez demostrando una actitud positiva y de autocontrol emocional. (La segunda escena nunca provocó tantas risas). Luego, intercambiábamos roles y recreábamos la escena: padres siendo padres, niños siendo niños, permitiendo que nuestros hijos demostraran respuestas positivas y negativas, arrebatos emocionales y autocontrol emocional.

Estos devocionales fueron una forma divertida de darle a nuestra familia un momento neutral en el cual practicar la expresión de sentimientos. Por supuesto, nuestros hijos aún necesitaban tiempo para madurar, pero cuanto más practicábamos, mejor se volvían a la hora de clasificar las emociones en situaciones de la vida real. La próxima vez que salíamos del parque de juegos, todavía había lágrimas, pero no una rabieta.

Cuando nuestros hijos ingresaron a la escuela primaria, comenzamos a hablar sobre posibles escenarios emocionales:

  • “¿Qué haces si te sientes excluido en el parque de juegos?”
  • “¿Qué dices cuando un amigo hiere tus sentimientos?”

Estas sencillas conversaciones sobre “qué pasaría si, involucran a nuestros hijos en la resolución de problemas. Estas conversaciones, por supuesto, no protegen a nuestros hijos de situaciones desafiantes, pero hacen que las situaciones sean menos aterradoras y abrumadoras.

4. Comparta su viaje emocional

Ana sacó su deseado pastel del horno con un gemido de consternación. Miré por encima y vi una pelota de masa gomosa pegada al fondo del molde.

Gruesas lágrimas comenzaron a caer de mi emotiva hija. “Siempre me equivoco”, dijo. “Soy terrible en todo”.

Intenté aplicar la sabiduría habitual de los padres: “Está bien equivocarse; todavía estás aprendiendo”, pero ella lo rechazó con una autocrítica brutal.

Desesperada, conté una historia: “¿Te he contado la primera vez que cociné para papá?”.

Una larga aspiración y un movimiento de cabeza. “No.”

“Era nuestra primera cena después de nuestra luna de miel, y cociné tanto el pollo que ni siquiera podíamos masticarlo. Terminé llorando en la mesa. Pobre papá, no sabía qué hacer”.

Una pequeña sonrisa se retorció alrededor de sus labios. “¿De verdad?” Mientras contaba la historia completa, sus lágrimas se convirtieron en carcajadas.

Mi historia detuvo la espiral descendente de Ana, pero no podía saber si ella había entendido el punto. Unas semanas más tarde, cuando tuvo otro épico fracaso al hornear, la escuché reírse con su hermana: “¿Te enteraste de la vez que mamá accidentalmente hizo puré de pollo?”.

Contar nuestros propios fracasos, especialmente los que emocionalmente no hemos manejado con gracia y resiliencia, brinda consuelo y esperanza a nuestros niños sensibles. Les recuerdan a los niños, que está bien ser imperfecto y está bien seguir creciendo, sin importar la edad que tengamos.

5. Intente dar segundas oportunidades

Iba a llevar a los niños a almorzar, un raro placer. Pero las discusiones comenzaron incluso antes de que la puerta del miniván se cerrara. En los diez segundos que tardé en salir a la calle principal, las tensiones ya estaban escalando desde un leve desacuerdo hasta una guerra inminente.

La frustración y la incertidumbre me inundaron: ¿Saco mi voz de mamá enojada? ¿Cancelo el almuerzo? ¿Doy una segunda oportunidad? Retrocedí el auto a la entrada y estacioné. Sorprendidos por lo que había hecho, los niños se calmaron.

Me volví para enfrentarlos. “¿Ustedes creen que esta es la forma en la que Dios quiere que hablemos?”

 “No”, balbucearon.

“Intentemos todo esto de nuevo, esta vez siendo desinteresados y amables”. Puse una voz cantarina: “Oh, queridos niños amados, que nunca discutirían sobre algo tan tonto como la comida, ¿dónde les gustaría comer?”.

Los niños comenzaron a reírse tontamente y se unieron, esta vez mostrando más paciencia y respeto. Nuestra segunda oportunidad nos permitió un nuevo comienzo.

Las segundas oportunidades pueden ser una forma alegre de reiniciar. ¿Los niños discuten sobre qué película ver? Retrocedamos en la conversación. ¿Alguien habla demasiado bruscamente? Reformulemos esa oración. ¿El niño sensible comete un error y le cuesta dejar de lado la culpa? Rebobinemos los últimos cinco minutos y demos una nueva oportunidad. Esta simple estrategia ayuda a los sensibles de todo tipo a ajustar las actitudes y seguir adelante, incluso después de momentos difíciles.

6. Acepte la gracia por los errores de crianza

Debido a que los niños sensibles y emocionales son tiernos, es posible que nos preocupemos por herirlos permanentemente con nuestros errores. Pero nuestros hijos no quieren padres perfectos; quieren padres amorosos y accesibles. Padres en crecimiento. Padres que estén dispuestos a escuchar, disculparse cuando sea necesario y cambiar.

En todo esto, nosotros damos a nuestros hijos la esperanza de que ellos también puedan crecer. Recuerde la hermosa promesa en 1 Pedro 4:8: “Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados.”. Como aprendí ese día en la habitación de Ana, no arruinaremos la vida de nuestros hijos si a veces los malinterpretamos, manejamos mal sus emociones o estropeamos una confrontación. El amor cubre los pecados, y la gracia nos guiará a través de ellos.

Portada del Ebook Guiando a sus hijos hacia Cristo donde hay una niña en un campo de flores en un bosque

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© 2022 Focus on the Family. Todos los derechos reservados. Utilizado con permiso. Escrito por Elizabeth Laing Thompson y publicado en inglés en focusonthefamily.com.

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