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Esposos y padres del siglo XXI

Papá con su hijo en los hombros en un parque

El psiquiatra clínico paraguayo Julio Torales, señala que «… El mayor desafío de los padres del siglo XXI es criar personas de bien, generosas, disciplinadas, con sentido crítico, logrando que el proceso se realice en balance entre exigencias y cariño».

Al arribar al siglo XXI, cualquier análisis que se realice sobre las estructuras y las dinámicas familiares no puede desconocer el hecho de que las transformaciones han marcado a las familias y sus miembros de una forma muy intensa y determinante. 

La incorporación de la mujer al mundo del trabajo durante el siglo pasado y la forma en que cada vez más mujeres tengan como propósito fundamental su preparación profesional, han devenido en cambios relevantes en el ámbito doméstico. Desde luego que esta situación se debe enfocar desde una perspectiva sociológica más general e integral; pero lo cierto es que la incidencia  de este fenómeno ha afectado también otros ámbitos específicos, como lo son el jurídico, el económico, el cultural y el psicológico.

Las transformaciones

Con una incursión de la mujer más agresiva al mundo social, con su participación como proveedora económica del hogar, con la incorporación dentro de sus metas de realización personal una mayor preparación académica, técnica, profesional y laboral, las dinámicas, funciones, roles y responsabilidades del hogar también han debido revisarse y replantearse.

En realidad las transformaciones que se han venido presentando en los hogares resultan incuestionables, porque las nuevas familias tienen que procurar formas distintas y novedosas para poder hacer frente a las responsabilidades domésticas, con ambos padres dedicados tanto al trabajo fuera del hogar como  a las otras actividades de preparación técnica o  profesional.

Obviamente ese panorama ha cuestionado la distribución de responsabilidades tradicionales provenientes de una cultura que se ha denominado como «patriarcal», sobre todo en cuanto al carácter exclusivo de proveedor otorgado al padre, la responsabilidad de cuido y crianza asignada fundamentalmente a la madre, la condición de subordinación y sumisión de la mujer respecto al hombre en la toma de decisiones del hogar y el no involucramiento del padre en el cuidado, crianza y educación de sus hijos, ante todo en la enseñanza de valores y el reforzamiento afectivo. 

Un nuevo paradigma

El siglo XXI nos presenta otra realidad en las conformaciones y las dinámicas familiares. El viejo paradigma –más afianzado en  antiguas interpretaciones y concepciones sociales, culturales y religiosas- ha venido dando paso a un nuevo paradigma en donde el hombre comprende que así como la mujer ha asumido un papel más protagónico y relevante en el ámbito social, él, en su condición de esposo y padre, debe asumir igualmente un papel de primer orden en el ámbito del hogar. Pero en este sentido de una estructura y dinámica familiar más equitativa e inclusiva, no se trata de observar al hombre como un «colaborador» o «ayudante» de su cónyuge en el hogar.

Así como la mujer es una generadora de ingresos que participa activamente en las responsabilidades económicas del hogar, el hombre debe  mirarse asimismo como un participante activo, en igualdad de condiciones, que su esposa en las tareas del hogar. 

Esta perspectiva de «corresponsabilidad» de los cónyuges supone fundamentalmente que el hombre asuma un carácter protagónico en las funciones de cuidado, crianza y educación de los hijos, ámbitos en los que ha estado relegado por siglos, ya que esta función se le había otorgado prácticamente en exclusividad a la mujer  por razones económicas, sociales, culturales y religiosas.  Sin embargo, el contexto histórico actual modifica la distribución de tareas y responsabilidades del hombre y de la mujer, tanto en el ámbito social como en el doméstico. En consecuencia, las familias deben realizar los ajustes que correspondan de una manera armoniosa, equilibrada y responsable, procurando siempre el fortalecimiento del hogar y el bienestar de todos sus miembros.

Los nuevos esposos y padres   

De acuerdo con especialistas como el español Ignasi de Bofarull, en las familias modernas, saludables, sostenibles, fuertes y funcionales, se considera fundamental la presencia del padre y de la madre como corresponsables en las tareas de cuidado, crianza y educación de los hijos.  Esta corresponsabilidad debe expresarse, por supuesto, dentro de dinámicas saludables y funcionales, de colaboración, respeto, solidaridad y acuerdo entre los cónyuges.  Continuando con este mismo especialista, las nuevas familias y sus dinámicas deben atender las situaciones de estrés y conflicto que se pueden presentar, mediante el diálogo, la resolución oportuna, el respeto y el fortalecimiento afectivo en el hogar.

Uno de los aspectos más relevantes en este nuevo panorama para las familias modernas es que los esposos y padres se ven cada vez menos jugando el papel exclusivo de proveedores del hogar, como únicos responsables  de la disciplina de los niños o solo como colaboradores comprensivos de sus esposas.  Los esposos y padres del siglo XXI se miran sobre todo como sujetos de derechos, que desean disfrutar de las tareas y responsabilidades de cuidado, crianza y educación de sus hijos. Que están dispuestos a participar ellos en los programas de conciliación de la vida familiar y laboral, para pasar más tiempo de calidad con sus cónyuges y sus hijos. Los hombres modernos están consientes del papel fundamental que tiene una adecuada paternidad en el desarrollo de la personalidad de sus hijos y que desean disfrutar del hogar, así como sus esposas han aprendido a disfrutar del ámbito laboral y profesional.

La corresponsabilidad implica observar la distribución de las tareas y responsabilidades desde una perspectiva diferente.  Es decir, se trata de valorar lo que se realiza dentro del hogar en la misma forma en que se le ha otorgado valor a lo que se hace fuera del ámbito doméstico. En este sentido, los hombres actuales han encontrado un significado especial a su papel de esposo y de padre, y cada vez más asumen esta nueva perspectiva con disfrute y alegría. El siglo XXI no representa para las familias un tiempo de conflicto, de reclamos, de disputas estériles, de asimetrías en la distribución de tareas y responsabilidades dentro y fuera del hogar. Es un tiempo para el fortalecimiento de los vínculos, para recuperar la salud en las relaciones familiares, para que los esposos y padres asuman las funciones que, por distintas razones culturales, sociales e históricas se les fue  limitadas. Bajo este nuevo siglo, la familia se proyecta más vigorosa, saludable, sostenible y feliz.

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