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Nacimos Conectados …

Mujer abrazando a sus hijos en una colina

Nacimos conectados…. pero si descuidamos la relación, podemos desconectarnos.

El vínculo entre una madre y su hijo o hija se forma desde el inicio de la vida, desde el momento de la concepción. Desde el instante en que sabemos que hay una personita creciendo en nuestro vientre y sentimos sus movimientos.

Durante los primeros 9 meses de vida los llevamos con nosotras a todas partes, somos su refugio, su fuente de alimento. Pero más allá de una simple relación orgánica, inicia una profunda conexión emocional: escuchan nuestro corazón, reconocen nuestra voz, y nuestras emociones le afectan también. Podemos hablarle, cantarle o contarle historias en cualquier momento y recibimos por respuesta una patada o un movimiento que nos hace saber que nos escucha. Es el inicio de una relación difícil de explicar y de comprender.

Después del nacimiento la situación cambia, y la forma en que nos relacionamos con los hijos cambia también: ya no están con nosotros a toda hora, y tenemos a una persona a quien cuidar, amar y a quien queremos formar en todas las áreas. Iniciamos el proceso de cultivar en ellos todo lo que creemos importante: que aprenda a saludar, cuidamos que coma alimentos saludables, que aprenda fútbol o gimnasia, las clases de piano o violín, escogemos la mejor escuela que podemos…

Pero nuestras múltiples ocupaciones, el trabajo o los patrones que hemos aprendido podrían hacernos creer que traerlos de la escuela o del entrenamiento, preguntar “¿cómo estuvo hoy la escuela?, o “¿te comiste la merienda?, y una salida familiar de vez en cuando, es suficiente para mantenernos cerca de los hijos, de su corazón. Pero esto no es suficiente para mantener fuerte esa conexión que nos unía al inicio.

Sin darnos cuenta, porque el tiempo vuela, nuestros niños se convierten en adolescentes y, algunas veces, se hace evidente que aquel vínculo tan cercano que un día tuvimos se ha debilitado. Sentimos que son desconocidos, que estamos lejos de su corazón, que estamos desconectados.

Podemos sentirnos desconectados de nuestro adolescente cuando…

No tenemos temas de conversación en común

Sus temas y los nuestros no son los mismos. Parecen hablar en otro idioma y nos cuesta entendernos. Es como si el cable de la comunicación se hubiese roto entre nosotros y no nos dimos cuenta cuándo y cómo sucedió.

No conocemos lo que hace durante su tiempo libre

Sus pasatiempos nos resultan misteriosos, no sabemos exactamente quiénes son sus amigos o no los conocemos tan bien como quisiéramos. Nuestro adolescente se encuentra constantemente muy ocupado en sus cosas, y prácticamente no pasamos tiempo juntos.

No sabemos qué le gusta o no entendemos por qué le gusta algo

Nos resultan extraños los nombres de sus cantantes favoritos, no reconocemos las caras de los actores que siguen y desconocemos las redes sociales que utilizan. Es como si viviéramos en mundos paralelos.

No sabemos comunicarle cuánto le amamos y se nos hace difícil mostrarle afecto

Seguramente este es la principal y más dolorosa señal de desconexión con nuestro adolescente. Cuando nos sentimos tan distanciados que percibimos rechazo a nuestros abrazos, caricias o palabras de alago.

Reconectando

Si hemos llegado al punto de sentirnos desconectados de nuestro hijo o hija adolescente, es buen momento para repensar formas y estrategias de reconexión.  Es tiempo de tomar decisiones que cambien el rumbo que ha tomado nuestra relación y logremos entendernos, conocernos y volvernos parte importante de la vida de nuestros hijos.

Permítanos recomendarle estas estrategias para iniciar la reconexión con su adolescente:

  • En primer lugar, identifique las causas que le han llevado a esta situación, y si tiene que corregir o pedir perdón por algo, hágalo sin demora. Hace algunos años, cuando me di cuenta de que mi hijo mayor se estaba convirtiendo en un adolescente, descubrí que había una muralla que debía derrumbar de inmediato o me sería difícil acercarme a él. Mi mal carácter, respuestas iracundas y el poco tiempo dedicado en exclusividad a él, fueron creando ese muro. Vino el tiempo de pedir perdón por la palabra dura que había recibido de mi parte en lugar de la respuesta dulce que él esperaba, por los juegos que dejamos inconclusos porque tontamente pensé que no eran una prioridad. No fue fácil reconocer mi error, pero hoy puedo decir que junto a mi oración pidiendo a Dios que cambiara mi corazón y me ayudara a reconquistar el de mi hijo, han sido de las mejores decisiones que he tomado.
  • En segundo lugar, base su relación con él o ella en los valores del respeto mutuo, el amor incondicional y la comunicación abierta.  Aprender a conversar con un joven que tiene ideas muy diferentes a las mías no es un reto fácil, pero puedo decir que ha enriquecido mi criterio, me ha enseñado tolerancia y respeto. Todavía estoy aprendiendo a tener una comunicación franca y abierta con él, y ha implicado que rompa patrones aprendidos, un reto que me ha hecho crecer.
  • En tercer lugar, exploren juntos ideas para pasar tiempo juntos en actividades que resulten de interés para ambos.  Mi hijo y yo disfrutamos mucho ir juntos al cine. Debo decir que esto requirió que aprendiera de super héroes y súper poderes como nunca imaginé, y esto ha traído conversaciones divertidas y discusiones hilarantes en más de una ocasión.

He aprendido que ganar el corazón de mi adolescente no sucede de la noche a la mañana, es un esfuerzo intencionado de todos los días pero que trae gran satisfacción a mi vida. Quiero que mis hijos cuenten conmigo en todo momento, que sientan la confianza de abrirme su corazón y hablar de cualquier tema conmigo, que me permitan ser parte de los grandes acontecimientos de sus vidas. Hoy entiendo más que nunca que cada acción cuenta y que quiero hacer todo lo necesario para estar siempre conectada a ellos.

Lea más sobre este tema a continuación:

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Iniciando o preparándose para un viaje hacia la pubertad
Aceptando los cambios y fortaleciendo la conexión.

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