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¿Qué debo decirle a mis hijos todos los días? Parte I

Hijo y padre caminando por un acera

Las palabras crean imágenes en la mente de las personas. Somos capaces de imaginarnos siendo las personas que nos han dicho que somos. Pero al mismo tiempo, las palabras pueden producirnos temor, frustración, y rechazo. Palabras como «eres tonto», «no puedes hacer nada bien», «no sirves para nada», se quedan en la mente lastimando nuestro amor propio. Por este motivo, los padres debemos ser conscientes del poder que tienen las palabras en la vida de nuestros hijos y en la construcción de su futuro.

Para nuestros hijos, la primera fuente de identidad y definición propia se encuentran en casa. Ellos se construyen con nuestras palabras de afirmación o de crítica, y con nuestros gestos de amor o de rechazo. Debemos asumir la responsabilidad de la influencia que tenemos sobre ellos, y ser intencionales en las palabras que usamos.

Nuestras palabras les ayudan a construir su amor propio a partir de que les expresemos aceptación y admiración con respecto a su apariencia, su personalidad y su inteligencia. No seremos quienes firmen la obra de arte terminada, pero como padres, somos quienes proponemos los colores base de la pintura, por medio de nuestras palabras y enseñanzas. 

Nuestros niños, perciben lo que significan para nosotros por medio de nuestra actitud y por la forma en que nos comunicamos con ellos. Por eso, es necesario que nos sintamos orgullosos de ser los padres de nuestros hijos y que ellos se sientan seguros de lo que significan para nosotros.

Siempre que nos comuniquemos con nuestros hijos debemos expresar amor, aceptación y admiración. Todas nuestras palabras y gestos tienen un significado profundo en la vida emocional de nuestros hijos. Una cosa es dialogar con nuestros hijos y otra es pasar el tiempo sermoneando y regañando. Es importante que corrijamos lo que está mal, pero es un imperativo crear espacios para dialogar, donde se sientan escuchados y no juzgados, comprendidos y no señalados.

Puede que nuestros hijos estén frustrados porque algo no les salió como lo querían, son esos momentos donde necesitan nuestra compañía; ser escuchados, orientados, amados y aceptados. Como le dijo una adolescente a su mamá: “Gracias por estar siempre ahí cuando más te necesito, por escucharme y decirme lo que me conviene o no me conviene. No sé que haría si no te tuviera. Te amo mamá”.  

1. ¿Qué necesitan nuestros hijos?

  • Ser amados.
  • Escuchados.
  • Seguridad emocional.
  • Comprensión.
  • Nuestra compañía.
  • Aceptados.
  • Valorados.
  • Respeto a sus ideas, gustos, y sentimientos.
  • Motivación.
  • Afirmación.
  • Libertad para expresar lo que piensan y sienten.
  • Metas, sueños y desafíos que les inspiren.
  • Confianza.
  • Nuestro tiempo.
  • Espacio para reflexionar, comprender sus emociones y aclarar sus pensamientos.
  • Tener sentido de misión en la vida.
  • Ejemplo. Modelos a  los cuales imitar.

Nuestros hijos necesitan estímulo cuando hacen bien las cosas, cuando han logrado cambiar una conducta, o bien han logrado un buen rendimiento académico. El estímulo o la gratificación puede expresarse con palabras, obsequios, paseos y cariño.

Muchas veces, nuestros hijos necesitan la confianza y la libertad para expresar su enojo, su frustración y su tristeza. Cuando se es niño o adolescente, no es fácil empezar a comprender las emociones que se experimentan, porque la vida está comenzando, y no se sabe descifrar bien lo que se siente. Es ahí, donde nuestros hijos están necesitando toda la confianza del mundo, y esto lo logran las palabras de afirmación, el halago, la aceptación y la compañía de sus padres.

Para que nuestra comunicación sea efectiva con nuestros hijos, se necesita que seamos concretos, claros y sencillos, aún así, solicitemos a nuestros hijos que nos retroalimenten para saber si nos estamos comunicando correctamente y si estamos alcanzando el objetivo deseado. Esto implica también que debemos desarrollar la habilidad de escuchar, sin juzgar, criticar y mucho menos descalificar.
La comunicación no solo la compone la transmisión de conceptos a través de palabras, nos comunicamos con la mirada, gestos, sonrisas y afecto. Por eso, no basta que hablemos con ellos, sino que nos comuniquemos emocionalmente con ellos.

2. Espacios para dialogar
Los hijos necesitan espacios para dialogar con sus padres y sentirse importantes, comprendidos y escuchados. No es igual hablar que dialogar. El diálogo supone escuchar activamente, es decir, con interés y validando lo que la otra persona está diciendo. El diálogo es el espacio propicio para expresar sentimientos y pensamientos, pero a la vez, se externan opiniones sobre el tema. No es fácil dialogar con nuestros hijos, porque normalmente el padre quiere aconsejar y tiende a regañar. El diálogo se logra dar, en tanto los hijos se sientan seguros y respetados.Es a través del diálogo donde las personas desarrollamos tolerancia, capacidad de corregir nuestros errores y la habilidad de escuchar.

3. La comunicación con nuestros hijos se favorece cuando

  • Sienten libertad de expresar lo que piensan.
  • No subestimamos sus sentimientos.
  • Dialogamos con ellos.
  • Controlamos nuestro enojo y la ira.
  • No nos temen.
  • Expresamos afecto.
  • Les afirmamos con palabras en privado y en público.
  • No les ridiculizamos o les censuramos públicamente.
  • Les escuchamos.

La comunicación con nuestros niños debe ser concreta, simple, y clara. Una tendencia de los adultos es comunicarnos de forma abstracta y nuestros hijos necesitan que seamos concretos y claros.Los hijos se sienten estimulados cuando nos escuchan hablar bien de ellos y observan las muestras de cariño entre adultos. Transcribo algunas expresiones de adolescentes que evidencian esto:

  • “Mis padres toman tiempo para escucharme”. 
  • “Me agrada cuando me abrazan y me permiten explicar mi punto de vista”.
  • “Cuando discuten, cuidan su tono de voz”.
  • “Saben admitir cuando se equivocan y suelen decir:  lo siento”.
  • “Siento que mis padres me aman cuando se aman entre ellos”. 
  • “Suelen decirnos los rasgos buenos de nuestro carácter y de nuestra manera de ser”.
  •  “Me ayudan a pensar cuando debo tomar decisiones”. 
  • “Me hablan abiertamente acerca de mi sexualidad y me han ayudado a establecer límites al respecto”.
  • “Siempre se aseguran que sepa claramente por qué me están disciplinando.” 
  • “Mis padres han sido un buen ejemplo para mi. Nunca se muestran como si fueran perfectos y saben identificarse con nosotros” .
  • “Me hacen sentir que mi opinión es importante”.
  • “Nunca me comparan”.   
  • “Mis padres siempre dicen algo positivo de mi”. 
  • “Mis padres dejaron de usar un sobrenombre que realmente me hería”.
  • “Me gusta cuando me dicen “Te amo”, me hace sentir seguro”.

Definitivamente cuando hablamos bien de nuestros hijos les estamos transmitiendo, aceptación, y les añadimos valor y confianza. 

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