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¿Qué hacer si mi hijo hace bullying?

niño jugando en y subido en un arbol

Cuando hablamos de “bullying”, hablamos de al menos tres protagonistas en la escena: el agredido, sobre el que se ejerce el maltrato; los espectadores, que aprueban y sostienen el maltrato a través de sus aplausos, risas o silencios; y por supuesto, la persona que lleva a cabo el acoso, al que frecuentemente se llama matón o “bullie”.
Tipos de “bullie” o matón y sus porqués.

  • “Bullie” acosado o maltratado: Este fue agredido en sus círculos cercanos (en su familia, barrio, etc) y replica el modelo que vivió o aprendió con sus pares. Se niega a ser solo la víctima, y cree que la solución está en convertirse en victimario. Ser el “bullie” le hace sentirse protegido de amenazas potenciales. Se expresa generalmente con agresiones físicas evidentes como resultado inconsciente de algunas necesidades que no han sido resultas en su familia o vínculos cercanos.
  • “Bullie cool”: Son los más comunes y difíciles de evidenciar porque ellos muy pocas veces cometen agresión física; no golpean a alguien, sino que, con sus actitudes y palabras, descalifican, humillan, denigran e insultan a sus iguales. Se ha concluido que quizá estos no reciben necesariamente este tipo de trato en sus hogares, pero sí han aprendido de sus padres y hermanos mayores a emitir este tipo de trato con otras personas. Esta clase de matón rompe con el mito de que la persona que ejerce el maltrato lo realiza porque tiene una baja autoestima y trata de hacer sentir a sus pares lo que él mismo siente. Al contrario, este niño se piensa con mayor valor que los otros y por esto insulta, ridiculiza y excluye a sus víctimas. Son percibidos como populares por sus pares porque son fuertes, atléticos, talentosos y físicamente bien parecidos, aunque no necesariamente buenos. Se les suele etiquetar de arrogantes y engreídos.

¿Qué sucede cuando mi hijo es el que hace bullying?

Muchas personas se atreverían a decir “mi hijo es acosado”, pero no funciona igual cuando el hijo es el acosador. Uno de los motivos por los cuales los padres de familia suelen negar que su hijo está participando en esta conducta, es por la vergüenza que les provoca quedar en evidencia de que su hijo sea un reflejo de lo que está pasando en casa.

Si su hijo agrede, si su hijo es agredido o si su hijo es espectador y no actúa, cualquiera de los tres escenarios los tuvo que haber aprendido en casa. Somos responsables directos de la formación de nuestros hijos. Incluso algunas de nuestras conductas y trato entre los adultos podrían estar influenciando su actitud y su comportamiento sin que nos demos cuenta. Los niños son capaces de percibir y repetir la agresión psicológica, y esto evidentemente influirá en la relación que tengan con personas de autoridad y con sus pares.

¿Cómo enfrentar que “mi hijo es el matón”?

Los padre generalmente enfrentan el hecho negando la situación: “no es para tanto, no veo por qué alarmarse” o “así son los muchachos a esas edades”; también intentan poner algunas excusas: “esto es culpa de sus amistades y del centro educativo” o “siempre le han tenido envidia a mi hijo”.

Sin embargo, entre más oposición y resistencia tenga el padre de familia, entre más se niegue a admitir la realidad, más tiempo tardará el proceso sanador. Por eso, será mejor evaluar las señales de abuso que nuestro hijo esté cometiendo con honestidad. Esto puede darnos valiosas pistas para ir a buscar en casa cuáles pueden ser las actitudes, situaciones y eventos que estén motivando al hijo a ser un agresor con sus pares.

Reconocer las señales de matonismo en nuestros hijos

  • Dificultades para conseguir amigos. Generalmente tienen pocas personas que quieran invertir tiempo con ellos, ya sea estudiando o jugando. Las relaciones de amistad con otros chicos tienen el objetivo de evitar ser objeto de su agresión. Un equipo de fans que lo que hace es votar por ellos para que no actúe en contra de ellos.  
  • Poco interés por los sentimientos de los otros niños. Se les hace fácil burlarse de un niño que esté pasando por una situación especial, o que, en medio de un juego, salga lastimado. Pierden la sensibilidad y la empatía por las otras personas.
  • Excluyen con facilidad a sus iguales de las actividades. Es decir, aunque no sean los dueños del balón, son ellos los que dirigen la actividad, los equipos, quién puede participar y hasta las reglas del juego para sacar ventaja del grupo.
  • En el hogar existe violencia física, verbal o psicológica. La física es la más fácil de evidenciar, pero la psicológica y la verbal tienen un gran peso en la construcción de la personalidad del niño. A través de descalificaciones e insultos podríamos estar degradando el autoestima de nuestros hijos y ellos replicando este modelo.
  • Posee objetos que no le pertenecen. Si con frecuencia encontramos cosas que no les hemos comprado y se justifican diciendo “me lo prestó un amigo”.

Consejos para los padres del “bullie” o matón.

  1. Tenga una genuina y profunda relación con sus hijos. Conozca su corazón, e identifique si tiene una identidad saludable o por el contrario requiere de ayuda.
  2. No lo niegue, ni lo oculte, acepte con humildad la situación. Vea hacia adentro, evalúe de manera sincera cuál es el ambiente y comportamientos en casa, qué podría estar provocando este comportamiento en su hijo.
  3. Averigüe la verdad, toda historia tiene por lo menos dos versiones. No se quede solo con lo que dijo una persona, investigue en el centro educativo, con el director, profesores, etc. Investigue siempre las versiones que rodean una denuncia de acoso para tener el panorama completo.
  4. Evite agredirlo física o verbalmente. Esto solo reforzará las conductas destructivas. Recuerde que la violencia no acaba con la violencia.
  5. Señale el comportamiento, nunca al niño, evite etiquetarlo. No le diga “eres el matón de la escuela”, diga “cometiste un error, cometiste bulllying contra tu compañero, lo que hiciste hizo que tu compañero se sintiera acosado y  humillado”, pero no los definamos como “matones” o “acosadores”. Mostremos desaprobación por la conducta pero no por la persona.  
  6. Ayúdele a reconocer el daño causado y las consecuencias del mismo. Sensibilícelo, ayúdelo a reconocer el dolor que sus iguales están experimentando a partir de su conducta. Disponga para ellos una consecuencia proporcional y hágale restituir su ofensa apoyando a las víctimas y sus familias.
  7. Acuda a un especialista. No se debe descartar la posibilidad de consultar con un profesional, especialmente si nos damos cuenta de consecuencias graves a nivel físico y psicológico en otras personas.
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