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Lidiando con el desánimo y la opresión espiritual en el ministerio

Hombre en un camino con una biblia en las manos

Como vivimos en un mundo caído en el que muchos están en contra de Dios y del evangelio de Cristo, nos enfrentaremos al desánimo e incluso a la oposición espiritual en el ministerio, especialmente cuando estemos a punto de embarcarnos en una obra importante. Pero eso no es motivo para temer a Satanás ni para flaquear en nuestro celo por hacer avanzar el Reino de Dios y edificar su iglesia.


En 1993, un joven filósofo llegó a enseñar al Seminario de Denver, con un diploma de doctorado recién impreso, pensaba que lo ideal sería enseñar en una pequeña universidad, pero su única oferta de empleo fue la de una escuela teológica de posgrado. La facultad le pidió que fuera profesor de filosofía a pesar de no tener ningún título teológico. Había escrito algunos libros y la facultad pensaba que conocía bastante bien la teología y la Biblia.

Ese hombre fui yo. Aunque nunca lo planeé así, mi carrera profesional ha estado enfocada en formar a hombres y mujeres de diferentes ministerios; ya sean iglesias, organizaciones cristianas paraeclesiásticas o universidades. Como profesor de seminario, pronto me di cuenta de que mis responsabilidades no solo eran académicas, sino también pastorales; y disfruto de ambas. A lo largo de muchos años, he visto un patrón en muchos de mis estudiantes, y uno que también he experimentado en mi propia vida ministerial: Las oportunidades de alcanzar grandes logros, a menudo también traen consigo desánimo, e incluso, opresión espiritual. Como cristianos debemos seguir adelante y esforzarnos para madurar espiritualmente y aumentar la efectividad de nuestro ministerio.  

Enfrentándose al Desánimo y a la Oposición

Recientemente estuve hablando con un estudiante que rondaba los treinta años, y me dijo que nunca había experimentado la oposición demoniaca hasta que llegó al seminario. Después de lo difícil que fue terminar con su novia, se sintió consternado y desanimado. También sintió que el enemigo que atacaba a su alma no quería que continuara sus estudios, y libraba una batalla por su educación y ministerio. Sin embargo, a través de Cristo, prevaleció y no retrocedió. ¡Se graduará este ciclo!

Otro estudiante que provenía del extranjero luchó fuertemente por integrar su vida espiritual (oración, adoración y servicio en la iglesia) con las intensas demandas que exigían sus estudios; especialmente porque el inglés era su segunda lengua y los estudios teológicos eran nuevos para él. Estuvo a punto de abandonar sus estudios durante el primer año, pero gracias al apoyo que pude darle y a una renovación de su vida espiritual ganó terreno y ahora es un excelente estudiante y un cristiano próspero.

Cuando reflexiono sobre algunos momentos cruciales en mi vida relacionados con mi educación, la escritura, la predicación y la enseñanza, veo que a menudo tuve que superar el desánimo e incluso la opresión demoníaca para poder ministrar con eficacia. Hace muchos años, al leer el libro de los Hechos, descubrí varios principios para abordar y superar la oposición al ministerio. He animado a mis alumnos a estudiar este pasaje y a hacer suyos estos principios. Consideremos Hechos 13: 1-12, donde encontraremos siete principios poderosos para vencer la oposición a la obra del Reino de Dios.

Seis principios de Hechos 13:1-12

El Libro de los Hechos narra el nacimiento de la iglesia y la llama creciente de la verdad cristiana en el antiguo mundo del Cercano Oriente y el Mediterráneo. La clave del avance de la Iglesia se encuentra en la promesa que hizo Jesús justo antes de su Ascensión:

Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” Hechos 1:8 (NVI)

El libro de los Hechos ha sido llamado “los Hechos del Espíritu Santo”, ya que es el Espíritu quien hace avanzar el evangelio de la mano del Padre y de Jesucristo (Mateo 28:18-20).       Los siete principios básicos para dar testimonio cristiano a través de la adversidad se encuentran en un principio fundamental: debemos estar llenos del poder del Espíritu Santo para encontrar poder sobre el desánimo y la oposición y proclamar el evangelio con sabiduría.

Hechos 13:1-12 relata el primer viaje ministerial del apóstol Pablo (quien primero se llamaba Saulo), durante el cual le acompañan Bernabé y Marcos. El viaje inicia mientras se prepara la iglesia multiétnica de Antioquía. Había “profetas y maestros allí” Bernabé, Simeón llamado Níger, Lucio de Cirene, Manaén (que había sido criado con Herodes el tetrarca) y Saulo (13: 1). Los profetas y maestros eran puestos ministeriales empoderados por el Espíritu. Bernabé (que significa hijo de ánimo) era “un buen hombre, lleno del Espíritu Santo y de fe” (Hechos 11:24). Níger, que significa negro u oscuro, era probablemente un afrodescendiente. Manaén se había criado con Herodes y pertenecía a la clase política alta. Estas diferencias no significaron nada mientras ayunaban, oraban, adoraban y buscaban a Dios. Y Dios habló:

“Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo: «Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado». Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron.” (Hechos 13: 2-3, NVI)

Su misión brotó y se materializó a partir de la comunión con la iglesia. No se lanzaron por su propia cuenta sin contar con el discernimiento de sus hermanos y hermanas en Cristo. Aquí encontramos el primer principio:

1. Necesitamos la sabiduría de la iglesia para discernir el llamado de Dios a la misión y recibir el poder de Dios para el ministerio.

La iglesia debe tratar de adorar y servir a Dios; no existe para perpetuarse o establecer su propia agenda. La iglesia de Antioquía buscó fervientemente la voluntad de Dios. Entonces, aquí está el segundo principio:

2. Necesitamos tener una actitud orientada hacia Dios para discernir su llamado a la misión y recibir el poder de Dios para el ministerio, y necesitamos ser guiados por el Espíritu Santo en el ministerio.

El Espíritu Santo los envió a llevar el evangelio a los gentiles y a proclamar “la palabra de Dios”. Pablo y Bernabé fueron acompañados por Juan, quien era su “ayudante” (1: 4-5). Para encontrar el poder y la protección divina, necesitamos mantenernos fieles a la “palabra de Dios” y no enseñar algo que provenga de nuestra propia imaginación (Ver Hebreos 2:14). De ahí nuestro tercer principio:

3. Necesitamos proclamar la palabra de Dios para tener poder sobre el mal, a través del Espíritu Santo.

No podemos desarrollar un ministerio piadoso con solo nuestra inteligencia, ingenio, carisma, reputación, y no debemos avergonzarnos del evangelio (Romanos 1:16-17). Los predicadores no pueden esperar que sus mensajes edifiquen, convenzan y conviertan a sus oyentes si sus sermones no son ricos en su contenido bíblico, y si no están claramente expuestos.

Puede ser fácil pasar por alto que este versículo menciona a Mateo como “el ayudante”, debido a que no está enseñando o predicando. Sin embargo, todos los pastores o maestros (o cualquiera que haga un trabajo público), necesitan mucha ayuda detrás de telones para lograr hacer su trabajo. Si no es así, se agotarán al intentar hacerlo todo por sí mismos. Pero, ya sea que estemos o no a la vista del público, todo el mundo necesita el apoyo y el estímulo de sus hermanos y hermanas en Cristo. Así que, este es nuestro siguiente principio:

4. Los ayudantes detrás de telones son vitales para el ministerio.

El secreto para lograr una profunda enseñanza, predicación y servicio no se basa simplemente en los dones de quienes participan en estos ministerios; también el secreto se encuentra en aquellos que los apoyan silenciosamente a través de la oración y de otras maneras. Cada pastor y líder de la iglesia debe buscar apoyo en oración para su vida y su ministerio. Pablo no estaba exento de esto, como vemos en su carta a los Efesios:

“Oren también por mí para que, cuando hable, Dios me dé las palabras para dar a conocer con valor el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas. Oren para que lo proclame valerosamente, como debo hacerlo.” (Efesios 6:19-20, NVI)

La oposición espiritual que sentí cuando estaba escribiendo mi libro “Revealing the New Age Jesus”( Revelando a Jesús a la Nueva Era ) era tan fuerte que tuve que pedir ayuda a mi pastor. Me ayudó a conformar una cadena de personas que oraron por mí durante la mayor parte del día hasta que el trabajo estuvo terminado.

La historia de Hechos se pone cada vez más intensa y detallada cuando el equipo viaja por la Isla de Ciro y llega a Pafos, un lugar que estaba en la costa occidental. Allí se encontraron con un hechicero y falso profeta judío llamado Bar-Jesús, que también se llamaba Elimas. Cualquier judío, que fuera un hechicero, estaba desobedeciendo el mandato de Dios de no tener nada que ver con esa práctica oscura o cualquier práctica asociada con ella, como la consulta a los muertos o la adivinación (Deuteronomio 18:9-14; véase también Hechos 8:9-11; Apocalipsis 22:15) Esto es obra del diablo. Elimas era una especie de Primer Secretario de Hechicería de un tal Sergio Pablo, que era un inteligente líder político romano que quería escuchar la Palabra de Dios de parte del equipo misionero. Pero Elimas quería cerrar la puerta que se había abierto para el evangelio. Podría perder su trabajo si su jefe se convertía. Esta fricción espiritual revela el siguiente principio:

5. El poder del mal se opone a la verdad del evangelio. Espérelo y prepárese para el conflicto y la lucha en el ministerio.

Basta con leer el libro de los Hechos para descubrir por cuántas pruebas terribles pasó Pablo para explicar, defender y proclamar el Evangelio, y no tuvo miedo de exponerlas (2 Corintios 11:23-33). Estar en el lado correcto no hace que las cosas sean fáciles en el Reino de Dios.  Como dijeron más tarde Bernabé y Pablo, “hay que pasar por muchas dificultades para entrar en el Reino de Dios” (Hechos 14:23).

Pablo pudo haberse desanimado o incluso dudado de si Dios les estaba guiando a evangelizar a Sergio Pablo. Pero, más bien, la pasión de su corazón enfrentó al mal del hechicero.

 Entonces Saulo, o sea Pablo, lleno del Espíritu Santo, clavó los ojos en Elimas y le dijo: «¡Hijo del diablo y enemigo de toda justicia, lleno de todo tipo de engaño y de fraude! ¿Nunca dejarás de torcer los caminos rectos del Señor? Ahora la mano del Señor está contra ti; vas a quedarte ciego y por algún tiempo no podrás ver la luz del sol». Al instante cayeron sobre él sombra y oscuridad, y comenzó a buscar a tientas a alguien que lo llevara de la mano. (Hechos 13:9-11, NVI)

La valentía de Pablo provenía del Espíritu Santo, no de su propia carne religiosa; de lo contrario, sus palabras habrían caído en un saco roto. (Esta es la tercera mención del Espíritu Santo en este pasaje.) Más bien dijo la verdad como si se tratara de un regaño piadoso y sintió que el Espíritu ataba y silenciaba al hechicero. Dado que la misión de Pablo era hablar la Palabra de Dios, dado que estaba respaldado por la iglesia, que surgió  de la oración y el ayuno, que tenía el apoyo de Bernabé y Pablo, entonces tenía la autoridad divina para enfrentarse a la oposición demoníaca.

No era el momento de discutir con el Primer Secretario de Hechicería. Pablo daba argumentos razonados cuando era el momento adecuado, como en Atenas (Hechos 17:16-34). Pero este era el momento de silenciar al hechicero para que Pablo pudiera enseñar al líder romano.

6. Un cristiano lleno del Espíritu e informado bíblicamente desafía al mal con valentía y efectividad.

Todavía no he estado en una situación de ministerio en la que haya tenido que reprender a alguien como lo hizo Pablo. Sin embargo, un ministerio dirigido por el Espíritu hará que nuestros hombros se ciñan, pondrá fuego en nuestros huesos y dirigirá nuestra boca a decir la verdad pase lo que pase. He lidiado con los abucheadores y los que han querido callarme en una charla pública. Por el Espíritu Santo, seguí enseñando y exponiendo la verdad. Cada vez que un cristiano es desafiado en el ministerio, debe preguntarse: “¿Es esto el enemigo tratando de minar mi ministerio o significa que no es el tiempo de Dios para que yo ministre de esta manera?” Si usted sigue los primeros cinco principios de pasaje, la respuesta podría encontrarse fácilmente.

El desánimo, lo oposición y la fe cristiana

Dado que vivimos en un mundo caído en el que muchos están en contra de Dios y del evangelio de Cristo, nos enfrentaremos al desánimo e incluso a la oposición demoníaca en el ministerio, especialmente cuando estemos a punto de embarcarnos en una obra importante. Pero esto no es motivo para temer a Satanás ni para flaquear en nuestro celo por hacer avanzar el Reino de Dios y edificar su iglesia. Mientras que busquemos la dirección del Espíritu Santo para la misión en el contexto de la iglesia, tengamos una actitud enfocada en Dios, presentemos la palabra de Dios, estemos siendo apoyados por ayudantes, y preparados para la batalla, lograremos prevalecer. Voy a concederle a Pablo, el héroe de este pasaje, la última palabra de aliento para nosotros.

“Pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo”. (2 Corintios 10: 3-5, NVI)

© 2021 Focus on the Family. Todos los derechos reservados. Utilizado con permiso. Originalmente escrito por el Dr. Douglas Groothuis y publicado en inglés en focusonthefamily.com.

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