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¿Ayudarme? El hogar es un deber de los dos

Esposos lavando y secando los platos

En una ocasión, observé una interesante entrevista en un programa de televisión en la ciudad de Bogotá. Se trataba de una joven pareja que asistió a dicho programa para compartir su experiencia frente a las diversas tareas y responsabilidades que debían enfrentar cada día en el hogar. Tenían cinco años de casados y dos hijos pequeños. Ambos, además, también eran ejecutivos muy exitosos en dos importantes empresas, donde realizaban funciones muy estratégicas que les demandaban mucho tiempo y dedicación.

En aquella entrevista, me llamó la atención que la joven, en su condición de esposa, madre y profesional, expresó que su esposo le “ayudaba” mucho en las tareas y responsabilidades del hogar. De igual manera, señaló que esta “colaboración” de su esposo le permitía no tener mucha sobrecarga de trabajo cuando retornaba al hogar,  luego de una jornada muy atareada y extenuante en el ámbito laboral, situación que, desde su perspectiva, marcaba una gran diferencia con la realidad que experimentó su madre y su suegra hace algunos años atrás, donde sus respectivos maridos participaban muy poco o nada en las tareas domésticas.

Esta anécdota me parece relevante para tomarla como punto de reflexión para abordar y procurar comprender adecuadamente un cambio que se viene presentando en las últimas décadas en la mayoría de los países de la región. En efecto, al aumentar la incorporación de la mujer al mundo laboral y profesional, los hombres han debido incorporarse paralelamente al mundo de lo doméstico, pero este doble desplazamiento en ambos sentidos se ha dado de manera asimétrica. 

Es decir, los estudios realizados por expertos en materia de conciliación familiar, como la Dra. Nuria Chinchilla del IESE Buseniss School de Barcelona, demuestran que, en las familias donde el hombre y la mujer trabajan fuera del hogar, a la mujer se le recargan más responsabilidades y tiempo de trabajo dentro del hogar que al hombre. En cuanto a promedios generales, alrededor de dos a tres horas diarias de más realizan labores domésticas las mujeres respecto a las que realizan sus cónyuges.

Aunque en este ámbito se han observado cambios importantes en el pensamiento y la conducta de las personas, aún persisten a nivel social y cultural algunos prejuicios e incomprensiones en cuanto a la distribución equitativa de tareas y responsabilidades del hombre y la mujer en el hogar.

Aún se continúa expresando que un buen esposo y padre debe “ayudar” a su cónyuge  en las actividades de limpieza, orden, atención y mantenimiento de la casa, así como en las de cuidado, crianza y educación de los menores. “Ayudar”, lo cual implica, de alguna manera, consciente e inconsciente, que la responsabilidad primaria de estos deberes le continúan correspondiendo a la mujer, y que su pareja -con una gran disposición- le colabora, coopera, asiste o apoya.

Pero tanto desde una perspectiva conceptual como práctica, se debe asumir frente a este enfoque una posición más clara y acertada. No se trata de que el hombre “ayude” a su cónyuge en los asuntos domésticos, aunque algunos cambios ocurridos en esta dirección sean plausibles, no dejan de ser también limitados e insuficientes. El hombre debe incorporarse al ámbito familiar, así como la mujer lo ha hecho en los ámbitos laboral, profesional y social. 

El mundo actual requiere que en las familias se asuma el concepto de la “corresponsabilidad”, en cuanto a las tareas de aseo, orden y mantenimiento del hogar, así como en las de cuidado, crianza y educación de los hijos.  
                                                                                                                           

Se trata entonces de una responsabilidad compartida, y por lo tanto equitativa, entre el esposo y la esposa, el padre y la madre. Debe ser, por lo demás, asumida con disfrute, porque la implicación del hombre al mundo doméstico le fue negada por centenares de años y hoy descubre en ella una hermosa y plena realización de su verdadera masculinidad, desarrollando diversas tareas y actividades, no solo limpiando y cocinando, sino ante todo, haciéndose cargo del cuidado, aseo, crianza y educación de sus hijos.

Es cierto que, por centenares de años, el mundo también devaluó el trabajo que se realizaba a nivel de los hogares, debido a diversas y complejas razones culturales, económicas sociales y políticas. Pero esta realidad también se ha venido transformando paulatinamente. Desde las propias familias, las empresas, las instituciones gubernamentales y sociales, como desde los organismos internaciones, hoy en día se observa con mucho más aprecio el aporte del trabajo que se desarrolla en el ámbito familiar. 

El Informe de Desarrollo Humano 2015 del PNUD, señala que “El trabajo no remunerado es apto para pasar inadvertido en estimaciones económicas, pero tiene un valor enorme para la sociedad y las personas, y puede ser una fuente de alegría y realización para muchos.  En el hogar y la comunidad, actividades de esta naturaleza incluyen muchos servicios relacionados al cuidado propio y de los demás.

Parte de este trabajo se relaciona con el funcionamiento diario de los hogares, limpiar, cocinar y recolectar agua y leña. Pero parte sustancial tiene que ver con el cuidado de los demás: alrededor de 2 mil millones de niños, por ejemplo.  Muchos adultos necesitan ser cuidados – personas mayores (hay cerca de 120 millones de personas con más de 80 años), aquellos con discapacidades (estimados en mil millones) y enfermos, por ejemplo, muchos de los 37 millones que viven con VIH/SIDA.”

El hogar es un deber de los dos.  Es el lugar donde se construyen sueños, donde brota la vida, donde crecen las personas y se manifiesta el amor humano en su más genuino y pleno significado. Por eso todo lo que se realice en el hogar debe ser hermoso y debe ser disfrutado. 

La corresponsabilidad familiar implica una distribución equitativa de tareas y actividades, puede significar distribuir aquellas responsabilidades según los gustos y preferencias y rotar las que menos disfrute generen o donde se tenga menos habilidad o destreza. Debe asimismo alcanzar no solo las actividades de limpieza y mantenimiento de la casa, sino también las de cuidado y atención de los otros miembros del hogar que lo requieran.

La corresponsabilidad familiar es un cambio de paradigma que, dichosamente, al avanzar en la sociedad, ha devenido poco a poco en un mayor bienestar para todos los miembros del hogar.

Llevémonos Bien - Sebastián y Valeria Golluscio - Serie - Enfoque a la Familia

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