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La crisis de la mediana edad

Amigas tomando un te

Poco pensamos en la crisis de la mediana edad hasta que llegamos a los 40 o 50 años. De repente, los cambios se comienzan a dar y las huellas del tiempo se manifiestan.

De un momento a otro, y en un abrir y cerrar de ojos, ya no somos unos muchachos, sino todos unos señores. Algunas personas se resisten al nuevo “título”, pero al tener que aclarar tantas veces que no les agrada mucho que las llamen de este modo, se rinden a la realidad y admiten que las canas y las recientes arrugas los delatan fácilmente.

En este período, ocurren cambios a nivel hormonal: el estrógeno en el caso de las mujeres, y la testosterona, en los hombres. Estos cambios hormonales están acompañados de fuertes alteraciones en el estado de ánimo, energía, impulso sexual y agilidad física. La andropausia en los hombres y la menopausia en las mujeres son hitos del desarrollo que acompañan en esta etapa.

Sin embargo, estos cambios biológicos ocurren dentro de un contexto histórico que les da significado, y por tanto, influye en nuestra vivencia de la mediana edad. En nuestra sociedad occidental, son realmente valorados y sobre exaltados los aspectos relacionados a la apariencia, la juventud y la productividad. Ser consciente, de que nos estamos alejando de la anhelada juventud, produce también alteraciones en nuestras emociones, autoestima y auto concepto.

Un mito que ha hecho mucho daño, es creer que la felicidad está en la “eterna juventud”. Esto nos hace resistir el proceso natural de crecer, madurar y envejecer. Pero en lugar de resistirnos al proceso natural, debemos amarlo y aceptar la edad que tenemos.

Se ha estudiado que las personas de zonas rurales no viven con la misma intensidad esta crisis, porque no están tan influenciados por el fenómeno de la apariencia. Igualmente sucede en las sociedades orientales. Las personas que dependen más de lo externo para expresar su éxito, están más expuestas a vivir la mediana edad como una crisis de grandes dimensiones. Visto desde este punto de vista, la vivencia de la crisis de la mediana está muy conectada a la definición de envejecimiento que se tenga a nivel social.

El inicio de la crisis
Cualquier tipo de crisis tiende a darse cuando se enfrenta una nueva etapa en la vida, aparece una sensación de desequilibrio, emociones encontradas y preguntas sin respuesta.
Siempre se pensó que los retos en el desarrollo pertenecían a la adolescencia, pero en esta etapa, el inicio de la crisis se vive como una negación y una lucha interna a admitir la realidad de que los “años grandes” han tocado a la puerta. Algunos expertos dicen que en esta etapa se vive como una segunda adolescencia, pues hay una crisis de identidad y resistencia a los cambios físicos, psicológicos y sociales que conlleva la edad y el deterioro físico.

Síntomas de la crisis de la mediana edad

  • Las personas que viven la crisis de la mediana edad suelen comportarse de forma extraña, se vuelven irritables, se aíslan, tienen gustos extraños o, más bien, extravagantes.
  • Se confunden sobre lo que quieren y lo que aman, quisieran vivir algo más emocionante, algo que les permita experimentar una ilusión extinta por las responsabilidades de la vida.
  • Viven como si quisieran probar algo; que todavía son jóvenes. Por eso, muchas veces asumen comportamientos arriesgados.
  • Las responsabilidades familiares parecieran producirles cansancio y la vida podría haberse convertido en una rutina.
  • Empiezan a cuestionar su existencia, al pensar que se están despidiendo de sus años de juventud. Los cuestionamientos son válidos: “¿He alcanzado mis metas?”, “¿ha valido la pena todo el esfuerzo?”
  • El tiempo cobra demasiada importancia y todo comienza a verse desde otro ángulo; los logros, lo vivido, quiénes son y, aun, los valores que han sostenido por años. El tiempo es relevante porque se experimenta la sensación de que se “acorta”.

Recomendaciones al enfrentar la crisis de la mediana edad

  • Elaborar una ruta a seguir. Los expertos recomiendan que se elabore una ruta a seguir que permita anticipar los “años grandes”. Crecer es un proceso que debe vivirse con la meta de tener una buena calidad de vida, lo cual es algo que requiere ser anticipado, y para ello, es necesario planear los años que vienen. Para enfrentar los sentimientos difíciles no debemos permitir que nos tomen por sorpresa.
  • Leer las señales que anuncian que estamos frente a un momento de cambio. Nos cansamos más, tenemos un sentimiento de nostalgia, estamos más sensibles e irritables, las relaciones se tornan tensas, desvalorizamos lo que hemos logrado, experimentamos un sentimiento de insatisfacción, pensamos que lo que era importante ahora ya no lo es.
  • Construir un proyecto para la segunda mitad de la vida. Algo que indique claramente el camino, para no confundirnos con las emociones que suben y bajan. Elaboremos un inventario de los logros alcanzados y de los recursos con los que contamos para llegar a la meta propuesta. Apreciemos nuestras capacidades y la inteligencia que nos identifica. Definamos claramente nuestra meta, hacia dónde nos dirigimos, qué esperamos haber alcanzado en 10 y 20 años. Evaluemos nuestros logros, apreciemos nuestro proyecto de vida y decidamos que viviremos cada etapa con intensidad y realismo.
  • Renunciar a lo que pasó y concentrarnos en el presente. Si la persona ha luchado con complejos durante la juventud, en este momento, se acentúan. Pero si es alguien con una buena aceptación personal, enfrentará los cambios con mayor naturalidad, por eso, aceptémonos tal cual somos, no nos descalifiquemos, esto transformará la crisis en una oportunidad. Si nos aceptamos tal cual somos la vida adquiere color.
  • Vivir de forma saludable. Alimentémonos saludablemente (el metabolismo ha cambiado); mantengámonos activos, hagamos ejercicio; atendamos las recomendaciones médicas, hagamos los exámenes de rigor; ayudémonos todo lo que podamos, pero sin obsesionarnos.
  • Cuidar nuestras relaciones familiares. Ellas son el soporte más importante que tenemos. Valoremos a las personas que han pagado el precio con nosotros. Permitamos complementarnos con esas personas que nos aceptan y aman. Asimismo, tengamos relaciones saludables y estables con otros, es bueno rodearse de las personas correctas.

Será determinante para enfrentar la crisis de la mediana edad haberse realizado como persona. Si la persona anticipó estos años y alcanzó lo que se había propuesto, experimentará realización, pero si la persona siente que “se le fue el tiempo” para lograr sus metas, la crisis le golpeará fuertemente. Pero toda crisis es una ocasión para crecer, aprender y volver a intentarlo.

Envejecer implica un cambio biológico, psicológico y social, lo cual requiere capacidad de adaptación, y este es uno de los ejercicios más importantes que debemos realizar. Crecer no tiene que ser un problema, por el contrario, debe ser un viaje placentero a la madurez, para esto debemos vivir los duelos, soltar lo que ya no existe, ajustarse a la realidad presente y vivir a plenitud la riqueza de los recuerdos. Amemos nuestro presente porque es lo único que existe. 

Firma Sixto Porras

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