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La vigencia de las personas mayores

Hombre muy mayor

En los textos bíblicos aparecen alrededor de veintiocho versículos acerca de la vejez. Uno de ellos señala algo fundamental: “En los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia…”.

Conforme la persona transita por la vida y acumula años, se va adquiriendo algo que, de otra manera, es poco probable que se obtenga: la sabiduría. Se trata de un nivel superior en el proceso educativo -formal o no formal-, más allá de la información y el simple conocimiento, es lo que proporciona la experiencia prolongada, la observación serena, el conocimiento asimilado y contrastado con la realidad, a través del tiempo.

No es casual que en culturas más sofisticadas y milenarias, se aprecie a los mayores de una manera muy distinta a como se consideran en Occidente. Se les valora altamente en el ámbito familiar, social, empresarial y político. Se recurre a ellos para encontrar consejo, guía, orientación y hasta decisión. Se les honra, respeta y aprecia en todos los ámbitos de la vida.

En Occidente, en cambio, se ha tenido que recurrir a campañas de sensibilización y concienciación para rescatar a las personas adultas mayores, porque en el transcurso de los años se les ha estigmatizado, marginado, abandonado, desechado y descartado.

En el hogar, muchos ven su andar pausado, su mirar cansado, su oído frágil y su mente reflexiva, con impaciencia e intolerancia. Las generaciones más jóvenes, suelen elaborar sus planes familiares excluyendo a los ancianos. Se olvidan que, durante años, estas mismas personas mayores les han servido para cuidar sus hijos, para apoyarles económicamente o apoyarles a concretar sus proyectos y alcanzar sus metas.

En lo laboral y social, la edad  se constituye en un motivo que descalifica y discrimina. Se suele hacer a un lado a las personas mayores, ignorando el enorme bagaje de conocimiento y experiencia que poseen. Se prefiere asumir los costos y riesgos de un constante  aprendizaje, en lugar de recurrir a la sabiduría contenida en las personas mayores.

En realidad, lo sensato es poder tener una visión inclusiva con las personas mayores, en todos los ámbitos de la vida. Optar por su debida incorporación, desarrollo y desenvolvimiento en todos los escenarios -familiar, laboral, social- al lado de las personas más jóvenes. Esta es la perspectiva que promueve Naciones Unidas como uno de los ejes prioritarios de desarrollo para el siglo XXI, el encuentro y diálogo intergeneracional.

Y es que el mundo occidental, empezando con Europa y varios países latinoamericanos, experimenta desde hace varios lustros un aumento sostenido de su población adulta mayor. La expectativa de vida ha aumentado, la tasa de natalidad ha disminuido, y, en consecuencia, la pirámide poblacional tiende ha invertirse. Este cambio demográfico provoca,  paralelamente,  modificaciones en las esferas social, económica, cultural y política. Y es que no puede ser de otra manera. De no revertirse el proceso, el sistema de bienestar se vuelve insostenible y la población en edad productiva, a mediano plazo, será insuficiente frente a una población mayoritariamente de ancianos. 

Por eso en la actualidad se habla de los derechos de las personas en sus años dorados, de la protección de los mayores y de la promoción de políticas y de medidas concretas para la integración e inclusión activa y saludable de los mayores en los distintos ámbitos de la vida. Un ejemplo importante en esta dirección se encuentra en una obra colectiva de especialistas, dirigida por el español Carlos Lasarte Álvarez, titulada “La Protección de las Personas Mayores”, la cual orienta sobre las disposiciones que se deben de adoptar en los diversos campos para proteger e incorporar a los mayores a la vida cotidiana. 

Porque de eso se trata. La perspectiva hacia los adultos mayores debe cambiar. No son ya esas personas estereotipadas, percibidas como acabadas, inútiles, arrinconadas en una pequeña y lejana habitación de la casa, con molestos  padecimientos físicos y mentales. No, las personas mayores viven sus años dorados con dignidad,  ilusión y motivación, con una adecuada salud y movimiento. Son activas y con muchos deseos de compartir y de aportar a su entorno. Mucho de estos cambios se deben a que la expectativa de vida se ha elevado y los procesos médicos preventivos y curativos para las personas mayores les está proporcionando una sustantiva mejora en su calidad de vida.

Por lo anterior, las personas envejecen, pero se mantienen por muchos años más activas, lúcidas, saludables y motivadas. Algunas desean pensionarse y retirarse a descansar y disfrutar del manejo de su tiempo y recursos, ocupadas en actividades lúdicas y de entretenimiento;  pero otras prefieren continuar aportando a su hogar, por medio de la vida laboral o del servicio voluntario. Un aporte, por cierto, sumamente valioso y provechoso.

Hay adultos mayores que en vez de quejarse de los eventuales desplazamientos de los que, por supuesto, aún son objeto de parte de algunos insensibles e insensatos, se han organizado para realizar diversas actividades de emprendimiento, sociales o culturales. Muchos adultos mayores no rechazan los cambios tecnológicos, los nuevos paradigmas o las innovaciones, al contrario, se adaptan notablemente al mundo moderno y cibernético, y comparten con los demás sus mayores tesoros: La experiencia, el conocimiento, la paciencia y la sabiduría.

La Biblia también señala que: “Corona de honra es la vejez, que se halla en el camino de justicia…”. Las generaciones jóvenes deben aprender a ver en los  mayores a personas inmensamente útiles y valiosas. Deben recurrir a ellas con humildad para escuchar la voz del conocimiento y la experiencia. Muchas veces los jóvenes, en su característico ímpetu e impulsividad irreflexiva, se precipitan hacia zonas de riesgo innecesarias. La creatividad, energía, innovación y osadía propias  de los jóvenes son altamente favorables en cualquier iniciativa o proyecto, pero siempre será necesario balancearlas con la mesura, experiencia y buen juicio de los mayores. Una perspectiva de inclusión y no de descarte.

Personas mayores le han dado a la humanidad grandes contribuciones en todos los campos. Benjamín Franklin, Giuseppe Verdi y  Golda Mayer, son tan solo tres ejemplos universales de personas que hicieron sus más grandes aportes a la ciencia, la música y la política, siendo adultos mayores. Pero quien puede dejar de mencionar a su abuelo, abuela, profesores u otros personajes de su entorno familiar o comunitario que han sido guías, mentores y maestros en sus propios recorridos vitales. Esos hombres y mujeres de cabello cano,  principales referentes intelectuales, emocionales y espirituales, principales fuentes de sabiduría. 

Dicen que nadie puede adentrarse a la montaña por primera vez sin recurrir a un guía de montaña. El guía de montaña, por su experiencia y conocimiento, orienta en el terreno, acompaña a los montañistas novatos, no se queda en el refugio…No hace el trabajo de los montañistas, pero está atento, al lado de ellos, para que no se extravíen, presto a sus consultas, dispuesto a compartir sus conocimientos y experiencias. Así son los abuelos, así los adultos mayores… Los jóvenes deberían siempre valorar a estos irremplazables “guías de montaña”.

El cantautor catalán Joan Manuel Serrat dijo una vez en un concierto memorable que le parecía insensato desplazar a las personas mayores, así como: “… quemar los libros, destruir los archivos, pisotear el conocimiento o despreciar la experiencia; y es que esto es lo que esta sociedad, o sea nosotros, hacemos cada día con los viejos…”. Palabras especialmente duras, pero veraces y directas a la conciencia de la sociedad. Dichosamente, una realidad que está cambiando para bien de todos.

De igual modo, Ingmar Bergman, cineasta sueco, indicó: “Envejecer es como escalar una gran montaña:  mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”.  Por lo tanto, envejecer como corresponde significa conservar siempre un espíritu de lucha, de optimismo y de esperanza, es aceptar y ajustarse a los cambios propios y del entorno.  Pero el desafío más importante se encuentra en las nuevas generaciones, las cuales deben reconocer, mantener e incorporar la experiencia, el conocimiento y la sabiduría de las personas mayores en sus vidas cotidianas.

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