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Mirar con esperanza, a pesar del divorcio

mujer sentada viendo un atardecer

Era una tarde fría de invierno, el dominante silencio del entorno hacía que lo sombrío del paisaje pareciera aún más desolado y gris. Una dama con ropaje más que conservador aguardaba en aquella estancia claroscura, con un rostro desdibujado por una evidente tristeza prolongada.

Al mirarme ingresar a la habitación, me saludó con amabilidad y una leve sonrisa; y sin embargo, pude percibir de inmediato en sus ojos y su voz un llamado urgente de ayuda, ese grito ahogado que brota desde lo hondo del corazón y que suele buscar con ansia alguna luz que motive a dejar atrás el dolor y la desesperanza que le atribulan. 

Esta dama venía de un traumático y fatigoso proceso de divorcio. El que fue una vez su marido le había dejado con tres hermosos hijos -dos niñas y un niño- y un corazón fragmentado por el desánimo y el dolor profundo. Su mente no terminaba de comprender las razones de la ruptura, y sus temores y dudas por el futuro le invadían por las noches.

Con no poca dificultad, apenas podía narrar algunos episodios y circunstancias de aquella relación que se había desvencijado con el tiempo, y que culminó con la disolución matrimonial, como cruel y lamentable desenlace que nadie quiere, pero que, muchas veces, muy pocos procuran evitar de manera consistente.El esposo se había marchado casi sin explicaciones, el divorcio había ocurrido muy rápidamente, los hijos estaban muy tristes, inquietos y temerosos, y ella apenas si se sentía capaz de sobrevivir… Sentía que algo muy grande y definitivo había terminado, que era como un fracaso vital que derrumbaba motivaciones y sentido de existencia. 

Sabía que debía sacar a sus hijos adelante, pero casi ni tenía fuerzas para sí misma. La embargaba una profunda desolación, la inseguridad y la desconfianza habían sido  sus inseparables compañías  por un buen tiempo. Pero, igualmente, desde lo más profundo de su ser, había algo que le decía que debía salir adelante, que debía luchar y que todo estaría mejor…

El divorcio puede ser una de las experiencias más dolorosas por las que puede transitar una persona y una familia. Deja marcas indelebles en todos los miembros del hogar, especialmente en el cónyuge que es víctima del abandono y de los hijos. Pero las personas y familias no pueden perecer con el divorcio. Deben salir adelante, luchar, sobreponerse y redefinir sus proyectos de vida.

En este proceso, las cosas no serán sencillas. Habrá momentos mejores, luces de esperanza, instantes de ánimo y motivación; pero, de la misma manera, se vendrán circunstancias de dolor y tristeza, recuerdos que colmarán de nostalgia los pensamientos y  corazones. Es como estar en medio de un desierto de donde sabemos que hay que salir caminando a toda costa, pero que su enorme extensión y gran calor, en ocasiones, frenan abruptamente el recorrido y restan severamente las fuerzas del caminante.

Aún así, hay que continuar avanzando. Se puede salir adelante, a pesar del divorcio. El divorcio, en la mayoría de los casos, se puede evitar con decisión, voluntad, perseverancia, perdón y ayuda profesional. Pero para eso se requiere el interés de ambos cónyuges. Pero en los casos en que esto ya no es posible, y la ruptura se sobreviene, hay que continuar adelante y replantear los proyectos de vida. Hundirse en el dolor y la pesadumbre, no puede ser  una opción para nadie.

Hay que abandonar los sentimientos de culpa, las constantes frustraciones y enojos, el impulso a aferrarse a escenarios inexistentes e imposibles de recuperar, soltar los resentimientos y rencores que solo daño le producen a quien les da albergue en su corazón, y dejar de sentir auto-conmiseración por lo acontecido.

En su lugar, hay que aceptar la realidad del divorcio, adaptarse a las nuevas circunstancias de vida y echar a andar con esperanza y re-vitalidad el nuevo proyecto de vida. El recobrar amor propio, respeto y dignidad personal, es un muy buen comienzo. Hay que ver la crisis del divorcio como el final de una etapa y el comienzo de otra que, en todo caso, debe ser mejor. 

Las personas que han transitado por un doloroso divorcio, saben que no trae ningún beneficio seguir  releyendo las páginas de una historia que caducó. Hay que darle vuelta a la página y comenzar a escribir la nueva historia. Concentrarse en los hijos y en sí mismo, y recobrar la ilusión en el porvenir.

Los ajustes y cambios pueden tomar tiempo, dejar atrás los vínculos de un matrimonio que terminó le puede resultar difícil a la mayoría de las personas. Pero hay que esforzarse por desarrollar un vínculo armonioso y saludable con el ex cónyuge, con el propósito de sentirse en mejores condiciones y sin ataduras emocionales para emprender el nuevo recorrido.

Una vez logrado esto, hay que poner la mirada en los renovados propósitos, redefinir objetivos, sanar heridas y recobrar la ilusión. 

Varios años después, volví a encontrarme con aquella dama que una vez me visitó en un oscuro invierno, recién  sufrido un doloroso proceso de divorcio. Su voz y mirada ahora eran otras, había brillo y música en su vida. Ella y sus hijos habían salido adelante, había desarrollado una relación respetuosa y saludable con su ex cónyuge y se había librado del dolor y la tristeza que la mantuvo atrapada por un tiempo.

Me contó que volvió a retomar sus actividades profesionales y que ahora contaba con una oficina propia que le había devuelto motivación y alegría. También disfrutaba mucho tiempo con sus hijos y estaba por emprender un viaje con su familia. 

Es cierto que aquel nuevo encuentro con esta dama sucedió en verano, pero, estoy seguro, que el sol y la luz del entorno solo fueron marco de un color renovado que no venía solo del fulgor de la época, sino que provenía, ante todo, desde lo profundo de un remozado y fresco corazón que decidió darse la oportunidad de vivir de nuevo con esperanza.

Hombre y mujer enojados viendo sus celulares

Serie: La Decisión Del Divorcio

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