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Mi Legado como Padre

padre sonriendo con su hijo en brazos

En esta etapa de mi vida, Dios me da la oportunidad diaria de cruzar caminos con gente de todas partes (literalmente) y de ayudar a responder muchas preguntas sobre la vida.  Diariamente hablo con muchos padres de familia, especialmente papás, que se preguntan constantemente cuál es el aporte que podemos hacer a la vida de nuestros hijos e hijas. Yo mismo me pregunto todo el tiempo, ¿cuál es el mejor legado que puedo darles o la mejor lección que puedo enseñarles mientras están creciendo a mi lado?

Al ver crecer a mis dos hijos varones, he podido llegar a algunas conclusiones que me han ayudado a guiar mis esfuerzos y a fortalecer mi relación diaria con ellos. Acá comparto con todo respeto, esperando que lo que he recibido de otros, y lo que yo he podido descubrir, talvez pueda ayudarle a usted también. 

1. Un legado de amor incondicional 
Primero, me he establecido la meta clara de que mis hijos sepan y entiendan que mi amor de padre por ellos es real e incondicional. Esto significa que ellos no deben hacer nada para ganar o merecer mi amor, y que mi amor no cambia aun cuando mis hijos decidan vivir una vida alejada de nuestros valores familiares. Esto es algo que no es fácil de balancear, ya que nuestro rol demanda justicia y disciplina como un aspecto clave de nuestro deber como padres responsables, y como una muestra del amor que sentimos por nuestros hijos. 

Mis hijos, por ejemplo, saben que los amo entrañablemente sin importar lo que pase entre nosotros, pero también saben que en nuestra familia hay normas y valores que deben respetarse, y que el no cumplir con estas normas, traerá consecuencias. Amar incondicionalmente, no solo es demostrar afecto en palabra y acción, es también solicitar que rindan cuentas y cumplan con sus responsabilidades. 
Vivimos en una esta época de “diversidad y tolerancia”, en la que se nos vende la idea de que debemos “vivir y dejar vivir”. Sin embargo, el amor incondicional se manifiesta por medio de una relación honesta, en la que nuestros seres amados tienen claro cuáles son nuestros valores y qué está permitido en el hogar. Al mismo tiempo, hay aceptación y respeto mutuo por las decisiones que nuestros hijos toman conforme ganan independencia, y demostración de afecto y apoyo con límites bien establecidos en el hogar paterno. 

Lograr la meta del amor incondicional me permitirá establecer el fundamento para un legado perdurable y sólido, y para una relación balanceada con mis hijos, que algún día serán adultos. Cuando ese momento llegue, yo seré una más de las voces que ellos escucharán, y la autoridad que tengo ahora, se convertirá en influencia. Esta influencia los acompañará por medio de mi legado en sus mentes y sus corazones.

2. Un legado de responsabilidad e independencia
Segundo, en la construcción de ese legado, me he propuesto heredar a mis hijos la capacidad de desarrollar responsabilidad e independencia. Quiero enseñar a mis hijos a vivir de forma exitosa y útil, a amar y servir a otros, a tomar decisiones, a asumir las consecuencias, a saber que pueden contar conmigo y que, al mismo tiempo, no me necesitan. Quiero guiar a mis hijos para que sean hombres que aman a Dios y a su familia, que ponen a sus esposas e hijos delante de mí, que son capaces de reconocer sus errores y pedir perdón, ofrecer disculpas, restaurar relaciones y seguir adelante.

Aquí y ahora, hago mi mayor esfuerzo para demostrar a mis hijos con mi ejemplo, cómo tratar a sus esposas y honrar a sus familias en el futuro. Hago mi trabajo delante de ellos con responsabilidad y empeño, vivo mi fe de forma práctica y aplicable al día a día, tengo conversaciones con ellos, pasamos tiempo juntos jugando, limpiando, haciendo tarea, practicando deporte, sirviendo a otros, leyendo, viendo televisión, aprendiendo, soñando, cantando, viviendo. 

Jamás me atrevería a decir que lo logro todo el tiempo, o que soy el mejor ejemplo. A veces me cuesta encontrar la armonía entre mis obligaciones y mi familia. A veces me enojo, me estreso y grito, digo lo que no es correcto, hago lo que no está bien. Cuando eso sucede, trato de reparar el daño y ofrecer disculpas a ellos, y delante de ellos. Explico mis malas acciones, aclaro dónde estuvo el error y cómo pude haberlo hecho mejor. Soy honesto delante de mis hijos, ellos saben que no soy perfecto, pero tienen claro que los amo con todo, y que cada acción tiene el propósito de dar una lección. 

Ver a mis hijos crecer es una gran aventura. Ayudarles a ser independientes y a asumir la responsabilidad de sus acciones, así como asumir compromisos y encontrar su llamado en la vida, es muy emocionante.  Al mismo tiempo, es un esfuerzo que requiere paciencia y fortaleza. Todo inicia con cosas pequeñas como: amarrarse los zapatos, recoger sus cosas, arreglar su cama. Las primeras veces no lo harán bien, y nos veremos tentados por la prisa o el afán de perfección a hacer las cosas por ellos, pero eso nos roba la oportunidad de enseñar la importancia de ser capaz e independiente, de aprender con paciencia hasta lograr el éxito.

Tareas escolares, escoger cómo vestirse, practicar un deporte, la lectura, la música, son todas cosas importantes para fomentar y acompañar, guiar decisiones y dejar espacio para el aprendizaje. Incluir a nuestros hijos en la toma de decisiones al informarles primero, luego escuchar su parecer y, finalmente, sentarnos a discutir y a decidir lo que también les afecta.

Amor incondicional, responsabilidad e independencia, son una inversión en la vida de nuestros hijos que requiere tiempo, talento y tesoro. Sin embargo, no puedo pensar en una inversión más perdurable y que dé mejor retorno para mí y para la humanidad. Mejores personas, hacen mejores familias. Mejores familias hacen mejores comunidades, ciudades, países, una mejor sociedad para todos.

miniatura un legado que deja huella

Un Legado Que Deja Huella

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