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¿Cómo desarrollo valores en mis hijos?

Niño aprendiendo a sembrar un arbol junto a su padre

Ninguna persona construye una casa sin fundamento, ni echa a andar una locomotora sin rieles. Esta es la razón por la que vale la pena invertir tiempo y esfuerzo para instruir valores en nuestros hijos, pues esos serán los principios que marcarán sus vidas, señalando con claridad el norte de su existencia.

Las decisiones que ellos tomarán estarán sustentadas en los valores que les enseñemos a abrazar mientras crecen. Los valores van a guiar su desarrollo, incluyendo el psicológico y el moral. Por eso es importante que el cimiento sea profundo, para que el proyecto de vida sea elevado y extenso. Ellos necesitan saber que son personas con un sentido de misión y propósito en la vida.

Una enseñanza fuerte en valores permite que nuestros hijos disfruten de una sana autoestima. Deben saber que su dignidad radica en lo que son y no en los atributos que poseen, como inteligencia, estatura o belleza. Cuando ellos hayan afirmado estos valores en su vida, tendrán la capacidad de juzgar y apreciar sus actos, así como de cultivar sanas relaciones interpersonales. Pero, ¿cómo logramos enseñarles valores en la cotidianidad?

1. Tenga un criterio sobre el bien y sobre el mal 
En un estudio publicado por una universidad, una joven de 17 años confesaba: “Algo que reclamo de los adultos es que han renunciado a la responsabilidad de enseñarnos la diferencia entre el bien y el mal”. No podemos darnos el lujo de que los niños crezcan sin un mentor que les muestre el camino. Ellos necesitan nuestra guía y orientación como padres, y para esto debemos tener un claro criterio sobre lo que es bueno y es malo.
2. Ensaye con ellos cómo elegir la bondad.
Debemos invertir tiempo con nuestros niños en enseñarles cómo lograr diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo que conviene y no. Llegará el día en que saldrán de casa y se enfrentarán a un mundo grande y amplio. Conocerán a personas que tienen valores distintos a los suyos. Entre tanta variedad, tendrán que hacer su propia elección. En ese punto de su historia, nosotros, como padres, ya no podremos hacer nada por ellos. No obstante, si les hemos enseñado a manejar su libertad con responsabilidad, y les ayudamos a poner en práctica el bien, podemos confiar en que acertarán al tomar sus propias decisiones.

3. Eduque en valores, pero no los imponga.
No podemos imponerles a nuestros hijos que crean lo que nosotros creemos, ni podemos exigirles que amen a Dios porque nosotros lo hacemos. Ellos amarán a Dios porque ven que nosotros lo amamos. No podemos simplemente decirles que no mientan, pues elegirán no mentir al aprender el valor de la honestidad partiendo de que nosotros lo modelamos con nuestra vida. Los valores no se imponen, sino que se modelan. Se aprenden mediante el contacto frecuente y prolongado con el modelo.

4. Haga de los valores un hábito cotidiano.
Nuestros hijos tienen sus ojos en nosotros todo el día. Los niños captan todo lo que perciben a su alrededor. Los valores se modelan en el diario vivir, al acostarnos, al levantarnos, en la mesa, en el auto, al discutir. Enseñamos valores cuando resolvemos un problema, hacemos frente a un conflicto o nos dedicamos a los asuntos más insignificantes en la casa o el trabajo. Esto nos demanda una conducta coherente con los principios que enseñamos aún en la cosas cotidianas.

5. Busque la congruencia en su estilo de vida.
Si alguien nos pide una razón por la que debemos vivir los valores que pretendemos enseñar a nuestros hijos es porque ellos, en silencio, nos anuncian: “Un día… yo seré como tú”. ¿Por qué es importante cuidar nuestro estilo de vida? Porque un día, ellos no serán el discurso que les hemos dado, sino la vida que han visto en nosotros. No serán el fruto de las conversaciones que sostuvimos con ellos, sino de lo que percibieron por vivir a nuestro lado.

6. Pida perdón por la falta de congruencia en su propia vida.
Cuando nuestros hijos perciben en nuestras vidas la existencia de notables contradicciones, comienzan a transitar por el camino de la rebelión. Nos desprecian porque ven que nosotros les exigimos comportamientos y actitudes que en nuestra propia vida no estamos dispuestos a practicar. No hay, en realidad, nada más sanador que la humildad de un padre o una madre dispuestos a pedir perdón a sus hijos por los errores cometidos.

7. Fomente una relación profunda con sus hijos.
El aprendizaje de los valores se da en el marco de una relación. El aprendizaje de los valores necesita de una relación sincera que despierte confianza. Logramos enseñar valores solo dentro del marco de una relación profunda, porque ellos deben saber que estamos disponibles cuando nos necesiten. Por eso, invirtamos tiempo en los hijos. El simple hecho de estar juntos, reír y jugar, de tomar un tiempo para hacer la tarea o los quehaceres domésticos en equipo, rendirá mucho fruto. También podemos invitarlos de vez en cuando a que nos acompañen a nuestro trabajo para que observen lo que hacemos. Lo que aquí se precisa es una perfecta combinación de calidad y cantidad de tiempo, en el que se brinde contacto físico, verbal y emocional. Nuestros hijos necesitan nuestros abrazos y caricias, aunque ya sean más altos o tengan más cuerpo que nosotros. Que escuchen que nuestro amor hacia ellos es un amor que jamás dejará de existir ni menguará, que es incondicional por el simple hecho de ser nuestros hijos.

Los niños no siempre nos escucharán, pero siempre nos van a imitar. Los valores son las huellas que han dejado en nuestra vida las mujeres y los hombres que hemos amado y admirado. Si no dejamos esa huella en la vida de nuestros hijos, otra persona lo hará por nosotros.

Sabremos que hemos sido eficaces en nuestro trabajo de formar valores en nuestros hijos, cuando descubramos que ellos mismos modelan a otros los valores que nosotros les inculcamos.
Los valores no mueren, permanecen, y se transmiten de persona a persona y de generación en generación.

Firma Sixto Porras
Hija dibujando en un cuaderno y mamá ayudandole

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