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¿Soy muy permisivo o demasiado estricto con mis hijos?

Todos los papás nos hemos preguntado si lo estamos haciendo bien como padres.  Esta es una pregunta sincera, que nace de los más profundo del corazón de cada padre y madre que quiere lo mejor para sus hijos.

Sin embargo, ¿qué nos hace pensar que podríamos no estar haciéndolo bien, si todos tenemos nuestra propia sabiduría paternal? En ocasiones este sentimiento podría generarse porque no contamos con algunas condiciones que hubiéramos querido para nuestros hijos, por ejemplo: vinieron al mundo en un momento en el que no los esperábamos, no podemos estar todo el tiempo que quisiéramos con ellos, el padre tiene una forma de educar y la madre otra, nos comparamos con las condiciones que tienen los hermanos, primos o amigos que están criando hijos igual que nosotros, les damos indicaciones y simplemente no nos obedecen, no nos tratan con respeto, etc. 

¿Podría pensar de dónde nace en usted ese sentimiento que no le permite estar completamente seguro de que está formando en su hijo los valores que quiere que  tenga cuando crezca? 

Cada uno de nosotros tiene una historia, una personalidad  y distintas condiciones, por eso somos los únicos expertos en nuestras propias vidas y además, todos tenemos la capacidad de desarrollar esa seguridad de que lo estamos haciendo bien y que los errores que cometemos o que hemos cometido, son oportunidades para aprender.

En ocasiones esos sentimientos podrían llevarnos a aplicar modelos de disciplina en dos extremos: ser demasiado estrictos o ser demasiado complacientes. Y ninguno de estos dos extremos permite que nuestros hijos desarrollen seguridad en sí mismos, independencia, respeto y felicidad. Por el contrario, podría generar inseguridad, dificultad para tomar decisiones, temor, entre otras. 

¿A cuál extremo se inclina más?, ¿Tiende a ser más autoritario o más complaciente?
La firmeza permite que los niños aprendan a autocontrolarse, saber que existen límites, tener respeto por los demás, entre muchas otras habilidades. La amabilidad permite que ellos puedan ser seguros de sí mismos, capaces de tomar sus propias decisiones sin temor a equivocarse y desarrollar su creatividad, entre otras. Esto significa que para poder obtener lo mejor de la firmeza y la amabilidad, los padres necesitamos aprender a aplicarlas juntas. Es decir, ser firmes y amables al mismo tiempo, de forma alentadora y consecuente.

¿Cómo puedo ser firme y consecuente?

Establezca límites claros: “Es hora de jugar; puedes usar lo juguetes que desees, una vez que termines de jugar cada juguete debe quedar en su lugar”.

Anticipe: “En 5 minutos es hora de comenzar a recoger los juguetes”.

Póngase al nivel de su hijo: Mírelo a los ojos y dé la indicación en un tono firme: “Es hora de recoger los juguetes”.

Compruebe lo que su hijo ha entendido en un tono de curiosidad: “¿Qué debería estar sucediendo en este momento?”

Dé opciones limitadas que conduzcan a la acción: “¿Quieres comenzar a recoger primero los carros o los tucos?”

Hable una vez y actúe: “Puedes ir poniendo los tucos en este cajón”.

¿Como puedo ser amable y estimulante?

Háblele en la forma en que le hablaría a una visita: En un tono moderado, con una actitud cordial y de respeto.

Haga gestos de aprobación: Una sonrisa en nuestro rostro, una mirada que le haga sentir que puede hacerlo.  

Utilice frases que le hagan sentir capaz: “Te he visto hacerlo antes, confío en tus capacidades”.

Muéstrele paso a paso cómo lograrlo.

Debemos evitar tonos de súplica o, por el contrario, tonos aterradores. Debemos evitar largos sermones y cambiarlos por conversaciones guiadas por preguntas que los lleven a tomar sus propias conclusiones; déjelos que cometan pequeños errores y que asuman las responsabilidades de sus actos.

Los niños necesitan rutinas diarias que se cumplan, en las cuales tengan tiempos para estar tranquilos, pintar, dibujar, leer, hacer arte y actividad física al aire libre, ir al parque, hacer una caminata, jugar con otros niños, etc. Los tiempo de exposición a pantallas deben ser muy limitados y se deben evitar antes de dormirse. Si no podemos estar en casa para acompañarlos en el cumplimiento de estas rutinas, debemos asegurarnos que quienes estén con ellos puedan hacerlo en un ambiente de armonía y motivación para que se cumplan las rutinas cuando no estemos.

Hay muchas formas de ayudar a nuestros hijos a desarrollar esas habilidades que necesitan para enfrentarse de forma segura a los retos que la vida nos demanda.  Sin embargo, si comenzamos por ser firmes y amables en casa, de forma que los límites sean claros y se cumplan en un ambiente de respeto y amabilidad, tendrán las bases necesarias para desarrollarse de forma feliz, segura e independiente.  

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