Las dos preguntas más frecuentes que nos hacen los padres de familia son las siguientes: En primer lugar, ¿a qué edad es correcto hablar de sexualidad con nuestros niños? La segunda es ¿cómo les hablo de sexo a mis hijos?, ¿cómo inicio? y ¿qué les digo?
En términos generales, el tema en sí nos generan muchas emociones, tales como: temor, vergüenza, incomodidad, y en algunas personas, dolor, asombro, impotencia, terror, etc.Para iniciar debemos tomar en cuenta que cuando el niño nace, tiene cinco características naturales e incuestionables que hacen de ellos auténticos seres humanos: son valiosos, vulnerables, imperfectos, dependientes e inmaduros.
La función de los padres y cuidadores funcionales es ayudarles a desarrollarse adecuadamente, para que lleguen a la adultez como personas maduras y funcionales que se sienta bien consigo mismas.
Adicionalmente, los niños cuentan con tres cualidades que les permiten madurar adecuadamente, sobrevivir y desenvolverse con éxito.
1. Se centran en sí mismos para su desarrollo interno. Ellos necesitan descubrirse en sus capacidades, en su forma natural de ser (extrovertidos, introvertidos, con sus propios gustos como el ballet o la natación, el color rojo o el verde, etc) Recordemos que cada uno de nosotros tenemos una forma única de ser.
2. Cuentan con la energía ilimitada que les permite realizar el muy duro trabajo de crecimiento. Esta energía es el poder innato que tiene cada ser humano y que lo impulsa a la autorrealización.
3. Son adaptables. De modo que atraviesan con facilidad el proceso de la maduración, que requiere ajustes y cambios constantes.
Al principio de sus vidas, los niños no tienen ningún autoconcepto. Absorben la estima en que los tienen los progenitores, y esta estima de los padres, internalizada, se convierte en la base de su propia autoestima. Es decir, la percepción que tienen los niños de sí mismos, nace de cómo los estimen sus padres, el lugar en que los pongan, cómo reaccionen ante ellos, las palabras que les dicen y la calidad de vínculo que construyan sus padres. Los niños sanos pueden estimarse tal y como los estiman sus padres, sobre la base de su sencilla existencia y no por lo que hagan o dejen de hacer. Saben lo que valen simplemente porque han nacido.
Así que nosotros los padres tenemos los recursos que los niños necesitan: Amor, atención, dinero, comida, espacio y energía. Dentro de un sistema familiar, los adultos, poseemos el poder de distribuir estos recursos entre los niños de una manera equilibrada. El modo como se distribuye el poder dentro de una familia determina en gran medida su salud.
Cabe notar que todos los seres humanos tenemos como necesidad primaria y básica el estar conectados, vinculados con uno mismo, con Dios y con los otros; esta necesidad va estar siempre, desde que nacemos hasta que morimos.
Es tan importante llenar esta necesidad de conexión que cuando no nos sentimos vinculado, vistos, escuchados, abrazados, deseados y valorados, tanto adultos como niños, hacemos berrinche. ¿Por qué? Nos sentimos muy angustiados, no nos gusta sentirnos ignorados, no ser escuchados, sentirnos irrespetados o que nuestra posición no sea validada ni tomada en cuenta.
Por eso decimos que la misión de la SEXUALIDAD ES EL VÍNCULO HUMANO, ya que nos mueve a conectarnos. Se entiende el vínculo como la “capacidad de tener relaciones emocionalmente profundas”. Cuando esto ocurre hablamos de tener apego, de poder compartir pensamientos, sentimientos e intenciones sin tener que temer al rechazo por parte de la otra persona.
¿Cómo viven la sexualidad los niños?
Los niños necesitan establecer vínculos afectivos muy fuertes e incondicionales con algunas personas. Es imprescindible que al menos se vinculen a una persona, pero es mejor que lo hagan con varias. Sea cual sea el tipo de familia en la que el menor nace, es fundamental que pueda vincularse para sentirse seguro, cuidado, satisfecho en sus necesidades básicas y que pueda disfrutar de las relaciones afectivas íntimas.
Los niños necesitan aprender a creer en el amor, y a adquirir las bases sobre las que se asienta la posibilidad de amar en la vida adulta.
Hoy en día estamos más preocupados en que nuestros hijos desarrollen el intelecto al máximo. Los metemos en clases de danza, natación, en uno o más idiomas, les proveemos de la última tecnología, e incluso, queremos que aprendan a leer y escribir lo antes posible; hacemos inversiones millonarias en la educación formal de nuestros hijos. Aunque esto no está del todo mal, se nos olvida que lo más importante es el tiempo que pasemos con ellos; la memorias que construyamos y las vivencias que compartamos con ellos, eso es lo que va creando un vínculo fuerte. De esta forma, el día de mañana ellos podrán amarse y valorarse tanto que sus decisiones serán más acertadas.
En conclusión, más que hablar de sexualidad con nuestros hijos, que por supuesto es necesario y sobre todo en ciertos temas específicos, con lo que debemos iniciar es siendo intencionales en construir una relación de apego sano con ellos. Que no falten los abrazos, muchos abrazos y besos, límites, consistencia, tiempo, miradas, juegos, risas, crear memorias, basados en respeto, firmeza, consistencia, honestidad, amor, confianza, etc.
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