Soy originaria de Tijuana, B.C., la frontera de México con California; crecí viendo los efectos socio-emocionales en aquellas mujeres que ven partir a sus esposos y se quedan solas; la mayoría, postergaban sus procesos de duelo reprimiendo sentimientos como la tristeza, el miedo y el dolor de la separación, para poder enfrentar el reto de sacar adelante a sus hijos.
Como Consejera Cristiana, viviendo por más de catorce años en Estados Unidos, he escuchado infinidad de historias impactantes de las travesías de los migrantes hacia esta nación. Los motivos pueden ser muchos; unos vienen buscando trabajos mejor remunerados, otros son los exiliados económicos que huyen de la pobreza extrema de su país, y otros, vienen huyendo de la violencia y de la muerte. Están también aquellos que llegaron con visa de trabajo o de estudiante y que, en cualquier momento, tendrán la oportunidad de regresar a su país sin ningún problema.
Pero hay dos factores que todos ellos tienen en común: la soledad y la nostalgia. Ellos también sufren la pérdida, el duelo, el impacto socio-cultural y emocional que provoca con frecuencia tristeza, dolor y depresión. Es difícil la adaptación, constantemente añoran a su familia, sus amigos, su barrio, su país, sus costumbres y sus comidas.
Hablar de familia y migración es hablar de dos temas totalmente paradójicos y unidos a la vez. Por un lado, al pensar en la familia, vienen a nuestra mente sinónimos de amor, cuidado, respeto, valores, costumbres, armonía, vivencias, etc., pero sobre todo, “unión”.
Todo ser humano necesita relacionarse en compañerismo con los demás; no fuimos creados para vivir solos, sino todo lo contrario. Dios nos creó en comunidad, (“No es bueno que el hombre este SOLO” Gen. 2:18) de ahí que la familia viene a ser el espacio ideal donde experimentamos, a pesar de nuestras fallas y aciertos, el vínculo del amor incondicional.
Pero, por otro lado, el creciente fenómeno de la migración ha provocado la desintegración familiar en aquellos hogares donde papá, mamá o ambos, deciden partir en busca de un mejor futuro para mejorar las condiciones de sus hijos. En muchos casos, esta circunstancia ha llegado a afectar la vida de los niños y adolescentes, sacrificando precisamente ese vínculo y esa unión familiar.
Los efectos suelen ser muy lamentables por el apego que los niños o adolescentes tienen con el familiar que se va. Algunos de ellos son dejados con los abuelos, tíos, padrinos y, en algunos de los casos, hasta con vecinos o conocidos. En el aspecto social, hay un alto nivel de deserción escolar, embarazos adolescentes, integración a pandillas, delincuencia juvenil, familias disfuncionales y, en algunos casos, niños y jóvenes emprenden solos el camino en busca de sus padres, cruzando las fronteras y exponiendo su integridad física y su propia vida.
Los efectos psicológicos que se presentan en los se quedan son el dolor de la separación y el inicio de un duelo por la pérdida que experimentan. En el caso de los niños, el duelo puede expresarse en conductas como: irritabilidad, llanto, agresividad, introversión, aislamiento, trastorno del sueño, trastorno alimenticio, bajo rendimiento escolar y profunda tristeza.
La pregunta sería: ¿Se puede amar de lejos? ¿Cómo se puede mantener el vínculo del amor aun en la distancia? Debe quedarnos claro que no solo es importante, sino que es vital para el desarrollo saludable de cualquier relación. Si usted no puede estar físicamente cerca de los suyos, al menos necesita sentir y hacerles sentir lo importante que ellos son en su vida. Las palabras de amor, afirmación, reconocimiento, valoración, seguridad y esperanza son fundamentales para el desarrollo físico y emocional de la familia. Hemos visto los efectos tan negativos y destructivos que trae consigo la migración, así que, tanto quien se queda como quien se va, necesita hacer lo que está en sus manos para amar de lejos y preservar la unión.
El único vínculo que se crea en medio de la distancia es la comunicación por medio del teléfono; muy pocos usan ya el correo electrónico o el envío de cartas. La tecnología ha ayudado a disminuir el impacto de la separación al permitir mensajes instantáneos desde cualquier parte del mundo, video llamadas y estar conectados por medio de las redes sociales, así que considere las siguientes sugerencias:
No pierda la comunicación. Llame con frecuencia a su cónyuge, comuníquele cuánto le ama, hable abiertamente de sus sentimientos y necesidades. Hágale saber que mejorar su situación es la razón para tal sacrificio.
Establezca el tiempo que van a estar lejos. No recomiendo que una pareja esté separada por más de seis meses. Está comprobado que se pone en peligro la relación matrimonial. Si no puede regresar con su cónyuge a su país, entonces haga lo posible para traerlo(a) con usted.
Use la tecnología a su favor. Esté al tanto del crecimiento y de las necesidades de sus hijos. La distancia no le quita su responsabilidad. No solo llame por teléfono, mándele fotos de usted, del lugar en donde vive y labora, pídales a ellos fotos de sus tareas y actividades, y anímelos a que ellos le llamen. Sea un proveedor económico, pero lo más importante, sea un proveedor emocional para ellos.
Mantenga la relación con su familia de origen. Llame, felicítelos en sus cumpleaños y en fechas especiales. Hágales sentir que no los olvida, que son importantes, que pueden estar orgullosos del esfuerzo que usted hace.
Manténganse en una comunidad de fe. La iglesia es el recurso que Dios nos da para pertenecer unidos a una familia espiritual. La iglesia es una comunidad terapéutica que ayuda a aminorar la soledad y la nostalgia.
Y lo más importante, reconozca sus logros y disfrútelos. Usted ha sido muy valiente al emigrar, aprender un nuevo idioma, otra cultura, otras costumbres, sobre ponerse a la nostalgia y con todo eso, sostener a los suyos; eso demuestra que es capaz de amar y cuidar en medio de la distancia.
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