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Cinco Características de la Disciplina Bíblica

A veces es difícil saber si está disciplinando a sus hijos de manera efectiva. Utilice estos cinco principios bíblicos que le ayudarán a saber cómo lograrlo.

La “Disciplina” puede ser un concepto muy vago. “Disciplina cristiana” o “Disciplina bíblica” pueden ser términos aún más vagos o confusos. Si está perdido en medio de la gran cantidad de opiniones que lo rodean, no está solo. Si les pidiera a cien padres que describieran sus motivaciones y métodos para impartir disciplina, podría obtener cien respuestas diferentes. Pero aquí están las buenas noticias:

La Palabra de Dios es bastante específica sobre este tema

Dado que la Biblia es siempre más confiable que las encuestas de opinión, es un buen principio para cualquier tema de la vida. De paso, echemos un vistazo a lo que Dios dice a través del escritor de Hebreos.

Hebreos 12:4-11 NVI

“En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre”.

Y ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se les dirigen:

«Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda,

porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo».

Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos. Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos? En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella..

En este pasaje, podemos observar cinco características específicas de la disciplina de Dios.

1. La Necesidad de la Disciplina: Para Evitar la Destrucción (v. 4)

El escritor de Hebreos termina el capítulo 10 con una fuerte advertencia, junto a un gran estímulo: aquellos que se apartan de la fe y de la voluntad de Dios son destruidos, pero los que perseveran reciben todo lo que Él ha prometido. Los capítulos 11 y 12 están llenos de ejemplos de hombres y mujeres en las Escrituras, y continúan con el estímulo para vivir una vida valiente y fiel. El contexto del versículo 4 es esta idea de que vivir desordenadamente lleva a la destrucción. El mensaje es claro: las vidas disciplinadas cosechan la recompensa.

La disciplina cristiana se trata de observar a su hijo para ver la dirección en la que se dirige. Imagine que usted le da las llaves del vehículo a su hijo y lo deja que conduzca solo. Deberá tomar medidas cuando vea que su hijo toma la ruta equivocada y usted sabe que se dirige directamente a un precipicio. Tirar de la manivela, o pisar los frenos, o incluso poner una barrera para que su hijo no caiga en un abismo. Se enojará por un momento, pero dentro de diez años se lo agradecerá.

Niños enojados

Muchos padres tienen miedo de hacer enojar a sus hijos. Recuerdo la primera vez que uno de los míos hizo un gesto y me dijo: “Ya no te amo”. Mi primer pensamiento fue: “Oh, no quiero volver a ser tan duro con él”. Eso es mucho poder para darle a un niño de 5 años, ¿cierto? Una mejor respuesta es ser firme y soportar el enojo de su hijo, porque es mejor hacer que frunza el ceño que dejarlo correr hacia la destrucción. Ese ceño fruncido no durará para siempre. La destrucción, por el contrario, tal vez sí.

Una expresión de amor

¿Puede ver cómo, desde esta perspectiva, la disciplina, incluso la disciplina dolorosa, es en realidad una expresión de amor? La disciplina cristiana siempre busca el mejor interés del niño. Un padre maduro puede soportar el enojo de su hijo y decir: “Está bien, no es necesario que me ames en este momento. Lo entenderás dentro de unos años. Duele en el momento, pero comprometer el bienestar de su hijo por miedo a perder su amor le dolerá mucho más tarde.

2. Las formas de Disciplinar: Acciones y Palabras (v. 5)

En Proverbios 3:11, que se menciona en el libro de los Hebreos, se usan dos palabras hebreas distintas: yasar (disciplina), que involucra las acciones de Dios; y yakach (reprender), que se refiere a las palabras de Dios. Hebreos 12:5 nos dice que no tomemos a la ligera las acciones de Dios y que no nos desanimemos ante sus palabras de reprensión. Yasar se refiere a acciones disciplinarias; yakach se refiere a palabras correctivas.

Así es exactamente como debemos disciplinar. En la disciplina cristiana, traemos palabras y acciones, advertencias y consecuencias, a las situaciones de nuestros hijos a fin de mantenerlos en el camino correcto.

3. La motivación de la disciplina: expresar amor (vv. 6-9)

Cuando se le preguntó a un grupo de delincuentes juveniles, como parte de un estudio de investigación, cómo sabían lo que sus padres sentían hacia ellos, casi todos dijeron que la falta de disciplina en su hogar era una señal de que sus padres no los amaban. A menudo pensamos que estamos expresando amor cuando decimos repetidamente: “Te daré otra oportunidad”. Sin embargo, lo que realmente estamos haciendo es dejar de establecer límites que les permitan a nuestros hijos saber que están en un espacio seguro donde pueden sentirse protegidos.

Una de las formas más poderosas de amar a sus hijos es ser constante en su disciplina. Y eso es muy difícil. Tendemos a hacer todo lo posible por mantener una relación amigable con nuestros hijos, pero en realidad la disciplina cristiana es mucho más importante.

Tiendo a aplicar bien la disciplina durante unas pocas semanas, y luego encuentro más conveniente hacer concesiones. Los niños se dan cuenta de eso en un instante.

Lo que ellos dicen

Intente escucharlos en algún momento en que no se hayan dado cuenta que un adulto está escuchando. Con frecuencia, su conversación suena como algo así:

“Me castigaron anoche”.

“Oh, no. ¿Cuánto tiempo?”

“Dijeron dos semanas, pero probablemente serán solo tres o cuatro días”.

¿De dónde sacan esa idea? Los niños son estudiosos diligentes del comportamiento de sus padres. Por lo general, saben cuándo pueden salirse con la suya. Con el tiempo, aprenden cuáles son nuestros puntos débiles y cuándo estamos propensos a ceder. Claro está que no están tomando notas conscientemente, pero la experiencia les ha enseñado muy bien.

4. La Meta de la Disciplina: Enseñar Obediencia (v. 9)

Cuando les enseña a sus hijos la sumisión piadosa, les está enseñando a hacer lo correcto por la razón correcta. Usted quiere que ellos vayan más allá de pensar que deben hacerlo porque “tienen que hacerlo” y quiere llevarlos al punto de obedecer por amor y confianza. Su disciplina será motivada principalmente por fuentes externas al principio, pero eventualmente, debería volverse una motivación interna, tan integrada en su personalidad que sea autodisciplina en lugar de disciplina impuesta. La forma en que se regula cómo hablan y actúan con otras personas deben convertirse en parte de lo que son para que cuando se elimine las regulaciones, el comportamiento permanezca.

5. El resultado de la disciplina: dolor a corto plazo y ganancia a largo plazo (vv. 10-11)

La razón por la que no nos gusta disciplinar a nuestros hijos es que implica un dolor a corto plazo. Podemos entender sus sentimientos y no disfrutamos de herirlos o molestarlos. El versículo 11 reconoce el dolor diciendo que toda disciplina —no alguna, o la mayoría, o solo la cristiana, o la bíblica, sino toda— parece no ser agradable, sino dolorosa. Pero hay un proceso en medio de todo; los que han sido ejercitados en ella dan fruto de justicia.

Alguien me aconsejó hace mucho tiempo que no me preguntara si a mi hijo le gustaba la disciplina que le estaba imponiendo, más bien lo que debía preguntarme era si me amaría cuando recordara esa situación años después.  Eso me ayudó enormemente, especialmente cuando decían: “¿Cómo que estoy castigado? ¿Realmente no puedo ir? Te odio. Eres el peor padre del mundo”. Incluso escuché a uno de mis hijos decirles a sus amigos, en son de broma: “Es como si mi papá me encadenara a la pata de la cama. Nunca puedo ir a ninguna parte”. Tuve que recordarme a mí mismo que él estaba cosechando las consecuencias que habíamos decidido y explicado desde el principio, y su desobediencia produjo los resultados esperados. No me rendí, y mis hijos volvieron a mí más adelante a decirme: “Gracias, papá”.

Sombra

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© 2023 Focus on the Family. Todos los derechos reservados. Usado con permiso. Adaptado de “Effective Parenting in a Defective World” un recurso de Focus on the Family publicado por Tyndale House Publishing.

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