Nuestros hijos, al convivir con nosotros, se ven permeados por nuestra forma de ser. Queramos o no, los progenitores determinamos en gran medida el destino de nuestros hijos, porque ellos van a reflejar los valores con los que fueron criados, las costumbres que aprendieron y el sentido de seguridad que les dimos. La influencia de los padres se manifestará en la forma en que van a asumir responsabilidades, a socializar y a establecer relaciones interpersonales en el transcurso de sus vidas.
Esta influencia puede impactar y determinar generaciones posteriores como un juego de dominó. La influencia que tengamos en la vida de nuestros hijos puede ser positiva o negativa, dependiendo de la relación que construyamos.
Un padre ejerce una influencia positiva en la vida de sus hijos al inspirar seguridad y confianza. Sabemos que somos buenos padres cuando otorgamos un alto sentido de pertenencia y les ayudamos a construir una fuerte identidad. Nuestra influencia como padres es fuerte, en tanto desarrollemos relaciones significativas con nuestros hijos.
De hecho, uno de los tesoros más valiosos que todos tenemos, son los recuerdos positivos que se acumularon en la mente mientras crecíamos cuando éramos niños y nuestros padres interactuaban con nosotros. Al crear intimidad y vínculos fuertes, desarrollamos relaciones sólidas y construimos memorias de por vida. Como lo expresó Sydney Harris: “El mejor regalo que puede dar a sus hijos después de los buenos hábitos, son los buenos recuerdos”. Al crecer, ellos llevan estos recuerdos como la principal fuente de energía e influencia sobre sus vidas.
Una influencia negativa, en cambio, está delineada por otros factores, como una figura paterna o materna ausente, distante, agresiva o que asume una simple posición de autoridad sin una relación significativa ni íntima.
Hábitos que caracterizan a un buen padre o una buena madre:
Exprese amor. Jamás suponga que ellos saben que usted los ama.
Inspire dignidad y respeto. La forma en la que usted trata a su hijo determina la manera en la que él espera ser tratado por otros. Por eso, trátelo con dignidad y respeto, esto le mostrará la manera saludable de relacionarse con otros.
Provea seguridad en las relaciones familiares. Esto permite que puedan confiar en nosotros como padres. Si mostramos amor incondicional, tendrán la seguridad de seguir siendo amados a pesar de los errores o las circunstancias que enfrentarán al crecer.
Brinde ánimo y reconocimiento; les ayuda a sobreponerse a la adversidad con valentía. Todos necesitamos afirmación; sobre todo de las personas que más admiramos y amamos.
Escuche activamente. Trate de enfocarse en lo que dicen, conéctese con los sentimientos que expresan y valide lo que sienten y piensan; esto les inspira confianza y fortalece su amor propio.
Enseñe sobre el respeto que merecen recibir y que deben dar a otros. Esto permite que expresen sus sentimientos, pensamientos y opiniones libremente, entendiendo que merecen respeto, tolerancia y buen trato de otros; así como ellos deben tenerlo con los demás.
Enseñe normas de sana convivencia. Aprenderán sobre el valor personal y el valor que tienen las demás personas. Como padres estamos invirtiendo en el futuro de nuestros hijos, pues un comportamiento educado y gentil siempre es apreciado y valorado.
Programen vacaciones y días de descanso. Esto genera gratos recuerdos y momentos memorables para todos.
Establezcan tradiciones familiares. Estas son fuente de identidad y fortaleza contra agentes externos dañinos.
Otorgue sentido de pertenencia. Las personas sufren cuando se sienten aisladas, excluidas o sienten que no pertenecen a un grupo de apoyo que los proteja o con el que se identifiquen.
Somos el resultado de la influencia que tuvieron en nuestras vidas las personas más importantes para nosotros y, en la vida de los niños, nadie tiene más influencia que nosotros sus padres.
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