En esta época es importante hablar de cómo podemos disfrutar la vida, y hacerlo en familia. En efecto, vivimos tiempos difíciles, la crisis económica ha generado mucha incertidumbre en los países occidentales, el desempleo que afecta a una importante cantidad de hogares y que ensombrece el panorama de las nuevas generaciones, hace que se incrementen las congojas y las inestabilidades emocionales, económicas y hasta físicas de todos.
Son tiempos donde se ha adoptado un sistema ideológico con valores que privilegian el consumismo, el individualismo y el materialismo, lo cual eleva las presiones sobre las personas y las familias, alejándolos de lo verdaderamente relevante y trascendente.
Pasarlo bien es una decisión
Este mundo en el que nos corresponde vivir, impulsa a las personas a adoptar comportamientos ajenos a su propia naturaleza. El ser humano está dotado para el bien, para hacer lo bueno, para actuar a partir de principios y valores de solidaridad, afecto y amor al prójimo. Está definitivamente equipado de manera natural para el disfrute. Pero el postmodernismo le tergiversa esa realidad y lo lanza a pensamientos y comportamientos establecidos en vinculaciones transitorias, sin certidumbre y solidez, sin profundidad, estabilidad y proyección.
Se debe tener cuidado con el mensaje del “modernismo líquido” del que nos habla Bauman, porque “pasarla bien” no significa (como algunas propuestas edonistas pretenden) disfrutar el momento, recurrir al placer inmediato y efímero, sin establecer vinculaciones permanentes y estables.
Pasarla bien tiene que ver en realidad con una decisión, con un estilo de vida que debe partir de la adopción de prácticas que permitan vivir bien y hacer el bien; es decir, de incorporar una ética adecuada como estilo de vida.
Pasarla bien es disfrutar la vida a partir de un adecuado equilibrio de las dimensiones física, psicológica y espiritual de la persona. Es una decisión porque, de alguna manera, es definir que no se está dispuesto a seguir la tendencia fácil del no involucramiento, del egoísmo, de los intereses individualistas, asumiendo en su lugar un estilo de vida de compromiso, de solidaridad y de servicio.
Pasarla bien también significa la decisión de disfrutar, de ser positivos, de ver el lado agradable, hermoso y bueno de la vida y, aunque existan dificultades, mirar las adversidades como oportunidades para crecer y mejorar.
Aprender a vivir con personas diferentes
Lo maravilloso del ser humano es que no hay personas iguales. Nadie puede decir que es igual a otro, y esta característica única y diferenciada de cada ser humano, es a su vez, la riqueza más sorprendente y especial.
La convivencia con personas distintas exigirá eso sí mucha paciencia, tolerancia, deseo de aprender de los demás, apertura de criterio, respeto y muy buena disposición y voluntad. Vernos no como contradictorios y adversarios sino como complementarios en un mundo que se enriquece y se fortalece a partir de los pensamientos diferentes, los puntos de vista distintos y las perspectivas diversas.
Una de las más grandes dificultades de las familias y de la vida en sociedad en general, se encuentra en el manejo de esas diferencias y de la toma de decisiones a partir de esas perspectivas distintas de las personas. Por esta razón es muy importante aprender a convivir con personas disímiles, a compartir opiniones, a escuchar y expresar los puntos de vista diversos y decidir con disposición de respeto y de inclusión.
En la vida de las parejas hay que disfrutar asumiendo que somos diferentes, de esta forma la convivencia se verá enriquecida. Cuando en los matrimonios se enfrascan en actitudes hostiles, pretendiendo que una de las perspectivas prevalezca sobre la de su pareja, la convivencia se convierte en un campo de batalla sin sentido, se pierde la paz del hogar y la armonía, cediendo su lugar al conflicto. De esta situación no se puede esperar nada provechoso ni productivo.
El disfrute del tiempo compartido
Entre las personas en general, pero entre los matrimonios y familias en particular, se debe poner mucha atención al tiempo que se dispone para compartir. En la actualidad, las muchas ocupaciones, el estrés cotidiano, el ruidoso y exigente mundo en el que vivimos, tiende a separar a las personas y familias, a que cuenten con poco tiempo para compartir y para disfrutar.
Los miembros del hogar llegan agotados al final de la jornada, queriendo solo tumbarse a descansar. El trajín de todos los días es agotador y los horarios de los miembros del hogar y de las parejas especialmente no coinciden, haciendo cada vez más difícil el pasar y disfrutar juntos. De igual forma, la conversación necesaria, el intercambio de inquietudes y preocupaciones familiares y la cercanía tan fundamental en el hogar, cada vez son más escasas.
El respeto y el diálogo permanente
En la convivencia humana la comunicación respetuosa en fundamental. A nivel familiar ese diálogo periódico y respetuoso es indispensable, porque no hay otra forma de conocer lo que ocurre en la mente y el corazón del cónyuge sino es pasando tiempo con él o ella, sintiendo lo que le ilusiona, preocupa o necesita, escuchando, aclarando dudas, preguntando y, a su vez, expresando el criterio sobre cada aspecto que se comparte. Aún cuando existan diferencias de perspectiva y de opinión, solo es por medio del diálogo y del respeto como se pueden acercar las posiciones, como se pueden tomar decisiones que sean satisfactorias. El diálogo debe ser abundante, positivo, permanente, cercano, respetuoso y afectivo.
Disponerse, una buena actitud
Disponerse a disfrutar la vida requiere de una buena actitud. La vida ya trae sus propias dificultades y desafíos, los tiempos actuales exigen esfuerzo y trabajo. Por encima de las circunstancias, hay que tener una buena actitud. Entre mejor se encuentre la persona equipada emocional y mentalmente para enfrentar las dificultades y adversidades, mejor podrá asumirlas y superarlas. Siempre hay que procurar que lo que existe externamente no afecte desproporcionadamente ni controle ni domine; al contrario, cada persona debe tomar control de sus pensamientos y emociones para incidir de mejor forma sobre los aspectos externos que se experimentarán en la vida. Una buena disposición producirá una actitud positiva ante la vida, para la convivencia familiar y para compartir en comunidad y asumir compromiso y responsabilidad social.
Las personas con una actitud negativa, cerrada y hostil, que suelen mirar los obstáculos como amenazas insuperables, tienden a deprimirse, indisponerse, enojarse, sintiendo autoconmiseración por lo que le ocurre, con gran dificultad para enfrentar y superar los problemas que le acontecen.
La clave del buen vivir
El buen vivir es algo más que solo procurar el bienestar familiar y de cada uno de los miembros del hogar. Supone una constante búsqueda de creatividad, innovación y remozamiento en lo que se hace, en los proyectos que se emprenden, en las actitudes familiares y en los propósitos de pareja. Significa nutrir periódicamente la mente con información y pensamientos positivos; el corazón con sentimientos de amor, solidaridad y alegría; el cuerpo con ejercicio, alimentación saludable y atención constante; y el espíritu con oración y comunicación con el Creador, afianzando y proyectando su vida con apego a los valores y principios de la ética y la consciencia.
Se puede disfrutar la vida enfocándose en el buen vivir, en hacer el bien y crear ambientes familiares saludables y funcionales, en donde los proyectos personales encuentren su espacio en armonía con los propósitos familiares. La vida terrenal es corta, intensa y llena de distractores. Corresponde a cada uno encontrar los balances adecuados para tener paz, libertad, felicidad y amor. De eso se trata la vida y cada uno en lo personal y en el ámbito de sus familias debemos aprender a vivir con ilusión, esperanza y disfrute.