Estoy comprometida y mi prometido quiere que hagamos un acuerdo prenupcial.
¿Qué significa considerar un acuerdo prenupcial desde una perspectiva cristiana? Mi prometido y yo somos cristianos, y creemos que el matrimonio debe ser para toda la vida (o al menos eso pensaba). Tener un acuerdo prenupcial me hace sentir como si estuviéramos abriendo la puerta al divorcio. ¿Estoy pasando por alto algo importante?
¿Es necesario un acuerdo prenupcial desde una perspectiva cristiana?
No es malo que la solicitud de tu prometido haya generado sentimientos de incertidumbre. Sabemos que puede ser incómodo, pero la buena noticia es que esto ha sacado a la luz algo crucial que deben abordar antes de seguir adelante. Esto les da la oportunidad de conocerse mejor y entender la visión que cada uno tienesobre el matrimonio. Una comunicación sólida es esencial mientras ambos consideran su futuro juntos.
Entonces, ¿estás pasando algo por alto? La respuesta no es un simple “sí” o “no”. Todo se reduce al motivo.
Es cierto que el acuerdo prenupcial estándar, con el que la mayoría está familiarizada, es un contrato que se crea antes del matrimonio para detallar cómo se dividirán el dinero y los bienes en caso de divorcio. Sin embargo, hay casos limitados en los que un acuerdo prenupcial podría justificarse.
Llegaremos a los detalles, pero primero es importante tener una comprensión sólida de lo que significa el matrimonio.
El diseño de Dios para el matrimonio
¿Difiere un acuerdo prenupcial desde una perspectiva cristiana con los principios de Dios para el matrimonio?
En Enfoque a la Familia, creemos que Dios diseñó el matrimonio para ser una relación próspera y de por vida entre un hombre y una mujer. Un matrimonio que permanece firme a pesar de las pruebas, enfermedades, crisis financieras y tensiones emocionales. (Creemos que esto es verdad tanto si la pareja tiene una relación personal con Cristo como si no).
Cuando un hombre y una mujer se casan, se convierten en una sola carne. Esto no solo tiene que ver con el cuerpo, sino también con sentimientos, comida, refugio, economía, posesiones y todas las demás cosas que las personas necesitan para sobrevivir. Ser una sola carne significa compartir todo esto en común.
En resumen: el matrimonio debe abarcar cada parte de la vida: mental, emocional, moral, espiritual, económica, física y sexual. Esa unión, en la que un esposo y una esposa comparten todo, es el mejor camino para un matrimonio sólido.
Con esto en mente, está claro que un acuerdo prenupcial basado en una mentalidad de “lo tuyo y lo mío” no contribuye a un matrimonio feliz y saludable.
Cuando el matrimonio es un contrato en lugar de un pacto
El tipo de acuerdo prenupcial que la mayoría imagina convierte el matrimonio en un contrato, no en un pacto. En lugar de afirmar la unión de una sola carne, sugiere que un esposo y una esposa son más como socios comerciales, cada uno protegiendo sus propios intereses sin confiar plenamente en el otro.
Ese tipo de pensamiento no tiene cabida en una relación saludable que se encamina hacia el matrimonio.
El matrimonio no es un contrato 50/50 que dice: “Haré mi parte si tú haces la tuya”. Es un pacto 100/100, en el que ambos sacrifican voluntariamente sus propios intereses por el bien del otro.
El matrimonio implica que ambos cónyuges den todo de sí mismos y que comprendan que habrá momentos en los que uno tendrá que cargar con más peso que el otro. Como señala el autor Gary Thomas: “Debemos dejar de pedirle al matrimonio cosas para las que Dios nunca lo diseñó: felicidad perfecta, una vida sin conflictos y una obsesión idolátrica”.
Entonces, ¿es posible creer que el matrimonio es un pacto para toda la vida y aun así querer un acuerdo prenupcial? Sí, absolutamente. Como mencionamos, hay casos limitados que podrían justificarlo. La verdadera pregunta es: ¿cuál es el motivo para querer uno?
¿Existe algún motivo legítimo para un acuerdo prenupcial?
No sabemos qué edad tienen tú y tu prometido, pero hay una gran diferencia entre casarse por primera vez en los veintitantos años y hacerlo más adelante en la vida o entrar en un segundo o tercer matrimonio.
En estos últimos casos, las familias ensambladas y los negocios previos pueden crear situaciones financieras únicas que requieren cuidado. En este contexto, un acuerdo prenupcial desde una perspectiva cristiana podría ser una forma prudente de evitar problemas financieros y legales en el futuro, especialmente si hay familiares extendidos involucrados. (Aunque un fideicomiso conjunto podría ofrecer los mismos beneficios sin crear tensiones en la relación matrimonial. Se recomienda consultar a un abogado cristiano para obtener orientación).
Motivos legítimos para un acuerdo prenupcial incluyen:
- Herencias o fondos fiduciarios para hijos de un matrimonio anterior.
- Deudas significativas adquiridas antes del matrimonio.
- Un negocio establecido antes del matrimonio.
- Activos considerables (por ejemplo, más de dos millones de dólares, según sugiere Dave Ramsey).
Motivos que no justifican un acuerdo prenupcial desde una perspectiva cristiana:
- Temor a ser utilizado.
- Experiencias negativas con el dinero o falta de seguridad financiera.
- Dolor o resentimiento de un matrimonio anterior.
- Deseo de control.
- Egoísmo.
La clave es entender qué está motivando la solicitud de tu prometido y, si sus razones son legítimas, requerirá una conversación honesta y directa.
¿Cómo manejar la sugerencia de un acuerdo prenupcial?
En este punto, solo tu prometido sabe lo que está pensando. Podría tener razones legítimas para querer un acuerdo prenupcial, o tal vez esté lidiando con problemas de su pasado que le dificultan confiar plenamente en ti y comprometerse. Si ese es el caso, un documento legal no resolverá el problema.
Ambos necesitan tener una conversación más profunda, y les recomendamos encarecidamente que lo hagan con la ayuda de un consejero o una pareja mentora en un entorno de consejería prematrimonial. No enfrenten esto solos.
¿Por qué no? Los consejeros y mentores capacitados enseñan habilidades y ofrecen ideas que te ayudarán a obtener una visión realista del matrimonio y del uno al otro. No se trata de desenterrar algo que termine cancelando la boda (aunque es importante prestar atención a las señales de alerta). Se trata de ayudarles a comprender y establecer una base para una vida juntos en lo que respecta a:
- Habilidades de comunicación y manejo de conflictos.
- Valores fundamentales y diferencias.
- Estilos y necesidades de comunicación.
- Trabajo en equipo.
- Un proósito de vida compartido.
Hablar sobre un acuerdo prenupcial ciertamente entra en estas categorías.
Pídele a tu prometido que te ayude a entender de dónde viene su solicitud. Y comparte con él que un acuerdo prenupcial te hace sentir que el matrimonio comenzará en terreno inestable. Si no puede confiarte su dinero, ¿cómo podrá confiate su vida o, tal vez algún día, sus hijos?
Es posible ser sincero sobre el dinero y las finanzas sin crear un acuerdo prenupcial. ¿Cómo? Hablen. Hablen sobre lo que significa el dinero para cada uno de ustedes, lo bueno y lo malo: historia familiar, experiencias de la infancia, formación financiera, hábitos de gasto y metas financieras. Identifiquen la personalidad financiera de cada uno y hagan una revisión completa de su situación financiera.
Nada debería quedar fuera de la conversación, incluidos los sentimientos. Cómo ambos elijan manejar este problema y responder a lo que descubran es más importante que cualquier solución. Parte de eso también significará abordar suavemente cualquier herida relacional que tu prometido pueda estar tratando de tapar en lugar de sanar. Un acuerdo prenupcial puede ser una forma de evitar enfrentar esos recuerdos dolorosos.
También podría ser una forma (aunque equivocada) de protegerte. Por ejemplo, una de las razones más comunes para un acuerdo prenupcial en matrimonios primerizos es la deuda académica cuando estaban estudiando. Si ambos son jóvenes, tal vez su prometido tenga mucha deuda y tema ser una carga para ti.
Descúbranlo juntos. Establezcan un tiempo sólido donde cada uno pueda expresar lo que hay en su corazón y trabajar hacia una comprensión mutua más profunda, y así logren tomar decisiones juntos sobre este tema en particular. Recuérdense y refuércense mutuamente la verdad sobre el matrimonio: que todo lo que traigan a la unión, y lo que ganen o acumulen después, les pertenece a ambos. Cuando se casan, pasan de ser “yo” a ser “nosotros”.
Si crees que la solicitud de tu prometido es legítima, continúen la discusión con la ayuda de un consejero cristiano y también de un abogado cristiano.
Por otro lado, si todavía tienen dudas, sigan hablando, entre ustedes y con su consejero o pareja mentora. En un matrimonio sólido, no hay lugar para la desconfianza o la falta de disposición para ser vulnerables.
Hablemos claro: cómo manejen esta situación y lo que revelen el uno al otro será más importante que cualquier solución.
El acuerdo prenupcial no es la preocupación principal
Al final, aunque la cuestión de un acuerdo prenupcial debe abordarse, no es lo más importante. Lo esencial es asegurarse de que ambos estén listos para comprometerse plenamente y confiar el uno en el otro. En la mayoría de las situaciones, un hombre y una mujer que están dedicados a Dios y el uno al otro no necesitarán un acuerdo prenupcial.
¿Y qué pasa cuando llegan tiempos difíciles?
Seamos honestos: todos somos pecadores. Así que sí, el matrimonio tendrá momentos y temporadas difíciles. Cuando eso suceda, tenemos una elección: preocuparnos por nuestros propios intereses, o dirigirnos el uno al otro con la ayuda de Cristo y recordar que “el amor cubre multitud de pecados” (1 Pedro 4:8).
¿Quieres hablar más al respecto?
Sabemos que esto implica mucho en qué pensar. También nos damos cuenta de que tu pregunta inicial podría ser solo la punta del iceberg y necesitas un lugar seguro para procesarlo o hablar sobre temas más profundos. De hecho, el asesor financiero Chris Hogan dice: “En mis años de asesoramiento de parejas, he descubierto que las peleas por dinero rara vez son sobre pedazos de papel moneda. Normalmente, algo más profundo está saliendo a flote”.
¿Nos permitiría acompañarte? Llámanos, estamos aquí para ayudarte. Si se encuentra en los Estados Unidos, puede comunicarse con nuestro departamento de Consejería para una consulta telefónica gratuita. Ellos estarán encantados de hablar con usted, y pueden referirlo a terapistas entrenados en su área que se especializan en este tipo de temas. Si se encuentra fuera de los Estados Unidos le recomendamos agendar una cita con especialista en diferentes áreas de Latinoamérica.
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