Por Lee Strobel
No sé si se ha enterado, pero hay un virus dando vueltas. De hecho, los expertos lo llaman pandemia. Pero no me refiero a la crisis del COVID-19 (coronavirus), sino al virus de la preocupación.
Por supuesto, esta preocupación razonable por el COVID-19 está alimentando nuestro temor en estos días. Sin embargo, nuestra tendencia a quedar atrapados en la ansiedad va más allá de esta temporal crisis médica. Un psicólogo llamó a la preocupación “uno de los problemas más urgentes de nuestros días”.
A veces la preocupación puede ser buena para nosotros, por ejemplo, cuando sentimos una “preocupación productiva” que nos impulsa a tomar medidas cautelosas para resolver un problema. Pero cuando la preocupación se desborda, puede llevar a la depresión, a trastornos digestivos, a enfermedades de las arterias coronarias y a ataques cardíacos.
Afortunadamente, los cristianos tienen bien claro la definición de preocupación: una amnesia espiritual. En otras palabras, nos angustiamos por nuestro futuro porque hemos olvidado los antecedentes que demuestran que Dios nos ha ayudado en el pasado.
Vemos un ejemplo en Marcos 6, en donde Jesús quiere alimentar a 5.000 personas. Los discípulos se asustan porque están en un lugar desolado y se quejan en Marcos 6:37 de que necesitarían una fortuna para comprar comida para todos.
Ellos habían olvidado cómo Jesús había demostrado repetidamente su poder milagroso sobre la naturaleza, la enfermedad y la muerte. Si lo hubieran recordado, no habrían estado tan nerviosos sobre la posibilidad de que él pudiera alimentar a 5.000 personas; lo cual terminó haciendo con unos pocos panes y peces.
Aquí está el truco: dos capítulos después, Jesús quiere alimentar a otra multitud de 4.000 personas. ¿Los discípulos mantienen la calma y dicen: “¡Recuerda cómo nos sacaste de ese aprieto la última vez!”? No, más bien, vuelven a preocuparse… ¡un clásico caso de amnesia espiritual!
Pensamos: “¿Cómo pueden los discípulos olvidarse de esto tan fácilmente?” Pero luego nos detenemos y reflexionamos, “¿Que hay de mí? ¿Cuán a menudo me quedo atascado en la preocupación porque he olvidado la fidelidad de Dios a través de los años?” La Biblia da una receta para superar la amnesia espiritual. Filipenses 4:6-7 nos dice que debemos orar un tipo de oración específica – una que incluya dar gracias: “No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.” (NTV)
De esta forma practicamos lo que el autor Don Baker llama “Terapia de agradecimiento”. Agradecemos a Dios el hecho de que sepa todo sobre nuestra situación individual y quiera lo mejor para nosotros. Le agradecemos su promesa de que cubrirá nuestras necesidades. Le agradecemos porque hará que todo lo que suceda a sus seguidores pase para un bien mayor. Enumeramos todos los caminos que ha recorrido con nosotros en el pasado y le agradecemos por ello.
Le agradecemos su promesa de que nunca nos abandonará. Le agradecemos que logrará intervenir en nuestras circunstancias en el momento y la forma adecuada para lograr exactamente lo que Él quiere lograr.
¿Puede ver lo que esto logra? Primero, estamos honrando apropiadamente a Dios por lo que Él es y lo que hace. Segundo, estamos re-enfocando nuestro pensamiento. En lugar de pensar en nuestras preocupaciones, nos recuerda su poder, sus promesas y su compromiso con nosotros. Y eso nos ayuda a encaminarnos a buscar soluciones. Pero algunas personas luchan con una preocupación particular. No están seguros de cuál es el estatus de su relación con Dios, y la crisis actual ha exacerbado esa preocupación. Si murieran, no tienen la confianza suficiente para saber que pasarán la eternidad con Dios en el cielo.
Claramente, Dios no quiere que todos se sientan tranquilos con respecto a esto. El apóstol Juan dice en 1 Juan 5:13: “Les he escrito estas cosas a ustedes, que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna.”
Juan explica la fórmula de la fe en Juan 1:12: “pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.”
Así que la fórmula es Creer + Recibir = Convertirse.
Si cree que Jesús es quien dice ser -el único Hijo de Dios que venció la tumba- y recibe su regalo gratuito de perdón y vida eterna en una oración sincera de arrepentimiento y fe, entonces puede estar seguro de que se ha convertido en hijo de Dios.
¡Esa es otra promesa que merece nuestra gratitud hacia Él!
Si nunca ha orado para recibir a Cristo, hágalo ahora mismo, y luego tenga la confianza de que independientemente de cómo se desarrolle la crisis de COVID-19, está a salvo en sus brazos, ¡para siempre!
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2020 Focus on the Family. Todos los derechos reservados. Usado con permiso. Originalmente escrito por Lee Strobel y publicado en inglés en focusonthefamily.com.