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Fracasos Exitosos

Mujer viendo un camino

A muchos de los grandes personajes de la historia sus pares los consideraron fracasados. El emperador Fernando le señaló a Mozart que su ópera, Las bodas de Fígaro, era muy ruidosa y poseía demasiadas notas.

A lo largo de su vida lo único que consiguió Van Gogh fue vender un solo cuadro, aunque hoy cada una de sus obras vale fortunas. ¡Cuánta decepción debió sufrir cuando se percató de que su generación no valoraba la obra de sus manos! No obstante, siguió pintando. Asimismo, nosotros, debemos aprender a seguir pintando, aunque nadie compre nuestros cuadros. Porque nuestros hijos necesitan vernos perseverar a pesar de la adversidad y porque serán ellos los que recojan el fruto de nuestro trabajo, de nuestra fe y de nuestra confianza en Dios. Tenemos que mantenernos confiando en el Invisible, creyendo que el que nos hizo la promesa la cumplirá a su tiempo y que las mejores historias son las que han nacido de las cenizas.

Debemos aprender a reconocer que carecen de sentido las palabras despectivas que nos han expresado. También resulta necesario dejar de lado la culpa por algún error que hayamos cometido, y que usaron otros para etiquetarnos. ¿Quién de nosotros no ha cometido errores? Pero, a pesar de ellos, tenemos la oportunidad de acercarnos confiadamente a Dios y pedirle perdón. También podemos disculparnos con las personas que hemos lastimado, principalmente si son nuestros hijos a quienes hemos ofendido.

Potencial optimizado

No es una exageración afirmar que todas las personas que alcanzaron gran

éxito lucharon a brazo partido para no quedarse tirados en el camino. Si usted enfrenta algún impedimento debe invertir su energía en las áreas que no le representan ningún problema. A esto lo llamamos el principio de la compensación. No podemos estancarnos en el lamento por lo que no sabemos hacer bien, o en lo que no somos hábiles, debemos desarrollar nuestras fortalezas mientras aceptamos nuestras deficiencias.

El lamento muchas veces se genera cuando nos comparamos con Decimos, por ejemplo: “yo quisiera cantar como él canta”. La verdad, sin embargo, es que no lo lograremos, aun si recibiéramos todas las clases del mundo. Pero ¿dónde está lo malo de que no sepamos cantar? En lugar de cantar podemos escribir, transformar los sentimientos en poema y convertirlos en una obra de arte.

Debemos aprender a concentrarnos en el desarrollo del potencial que poseemos. Para ello es importante aceptar que en algunas esferas no lograremos deslumbrar. La falta de aptitud en algunas facetas de la vida nos torna humildes y fomenta la dependencia de Dios.

Resístase tenazmente a la tentación de sentir lástima de sí mismo. Esto no solo lo lastima a usted, también marca la vida de sus hijos. No cometa el error de los discípulos, que querían saber cuál era la causa específica de la ceguera del hombre con que se cruzaron. Según lo narra Juan 9. Ellos le preguntaron a Jesús: “¿Quién pecó, este o sus padres?” Él respondió: “Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él”. Los discípulos solo estaban expresando una forma de ver la vida: porque somos víctimas de los errores que cometieron nuestros padres, y esta forma de pensar ha limitado el crecimiento de muchos hijos.

El sacrificio de nuestro Salvador Jesucristo es suficiente para perdonar nuestros pecados y los errores de nuestros padres. Ahora somos libres de nuestras culpas y de las de nuestros padres. Ayudemos a nuestros hijos a comprender que no deben llevar sobre sus hombros las consecuencias de nuestras culpas. Sí debemos pedirles perdón por nuestros errores, lo cual les ayuda a levantarse con una nueva dignidad y valor personal.

Honestidad atractiva

Sea sincero y admita sus defectos. Véase tal cual es, a cara descubierta. Revístase de coraje para aceptar los aspectos en los que es débil y concéntrese en el desarrollo de aquello en lo que es bueno.

El trabajo no es provechoso si solamente sirve para generar recursos económicos para comer y vestir, y no para realizarnos profesionalmente.

Puede ser que estemos en ocupaciones para las que nos capacitamos en la Universidad, pero no en lo que nos realiza. Si descubrimos que las tareas que realizamos se han convertido en una carga y nos generan angustia, efectivamente, nos encontramos en la función equivocada. Realizar el giro necesario para cambiar de trabajo cuando reconocemos que estamos en el lugar equivocado es importante, por nosotros mismos y por nuestros hijos. Nuestros hijos deben vernos realizados y plenos en lo que hacemos y somos. Porque somos el espejo en el que ellos se observan, por lo que, esta es la principal inspiración que ellos tienen para enfrentar la vida. Nuestros hijos se enfrentarán a esta misma realidad. Por ejemplo, cuando se inscriban en una carrera profesional y descubran que no es la que mejor saca provecho a su inteligencia. Dar el giro para cambiar de carrera no es fácil, por temor a la crítica de sus padres, por no lucir como inconstante o bien por orgullo. Pero si nuestros hijos nos observan hacer los ajustes necesarios en nuestras propias vidas, tendrán la confianza para hacer lo mismo cuando lo enfrente.

El trabajo es un privilegio, un don de Dios. Representa una oportunidad para realizarnos, para ser creativos e ingeniosos. Desde allí podemos dejar un gran aporte a la sociedad y somos remunerados por eso. Cuando uno disfruta su trabajo, suele estar contento con su salario, busca cómo superarse y cómo hacer mejor lo que realiza.

Es necesario que aprenda a aceptarme, valorarme y a apreciar las virtudes con las que Dios me dotó.

Vidas apasionadas

El otro día le preguntaron a un amigo pianista cómo lograba tocar con tanta excelencia. Él respondió: “He asistido a clases de piano durante dieciséis años y practico muchas horas por día”. Él ha encausado toda su pasión en el desarrollo de sus virtudes. Si acompañamos a nuestros hijos en aquello que les gusta o les llama la atención, tendrán vidas apasionadas. Pero encontrar lo que nos gusta o nos apasiona es una tarea que no es fácil porque tiene que ver con la habilidad de realizar el viaje al interior de nuestro corazón y en esto somos poco entrenados.

Es necesario que ayudemos a nuestros hijos a elaborar un plan para recorrer el camino que les permita reconocer sus fortalezas, áreas de interés y la inteligencia dominante. Luego debemos ayudarles a elaborar el plan que deben seguir y luego, acompañarlos en el proceso para que desarrollen perseverancia y un espíritu de excelencia. Nadie llega al final de la meta en una línea recta, todos sabemos que el camino a la realización personal y al éxito está lleno de obstáculos y muchas veces de malas decisiones. El sentimiento de fracaso y de decepción vendrá al corazón de nuestros hijos y debemos estar ahí para animarlos, aconsejarlos y orientarlos.

Comparta sus sueños y proyectos con sus hijos, esto les permitirá aprender de la experiencia y les evitará dolores innecesarios en el futuro. Hay que reconocer que no todos aprenden de la experiencia de otros, pero nadie tiene más influencia en la vida de los hijos que los padres.

Vivir el cumplimiento de las metas y los sueños tiene su precio y hay que pagarlo. Es un camino que se recorre etapa por etapa y debe vivirse con fe, mucho ánimo y con una gran dosis de esperanza.

Mientras logramos alcanzar nuestros sueños, celebre con su familia las pequeñas conquistas del camino. Esto enseñará a sus hijos a hacer lo mismo. No se acostumbre al buen rendimiento académico de sus hijos, celebre cada examen y el éxito obtenido en los trabajos de investigación. Porque el éxito es producto de la suma de todos los pequeños logros. Por eso deben celebrarse en grande, para no perder la capacidad de asombrarnos y de tener un corazón agradecido.

Mientras camina y enseña a sus hijos a recorrer su propio sendero al éxito, refúgiese en Dios para que los tropiezos no lo desestabilicen. Isaías suplica: «Señor, ten compasión de nosotros; pues en ti esperamos. Sé nuestra fortaleza cada mañana, nuestra salvación en tiempo de angustia» (Isaías 33:2).

miniatura caleb

Caleb: Un Ejemplo de Perseverancia

Rendirse en la vida, perder la fe y desviarse del camino es una opción. Sixto Porras comparte en esta serie cómo elegir la mejor ruta y tener una mejor actitud.

 

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