Por Susan Mathis
Daniel movió su cabeza con tristeza mientras conversábamos sobre nuestro futuro matrimonio y sobre lo que yo pensaba acerca de la intimidad espiritual. “No estoy seguro de tener el conocimiento necesario para ser la pareja espiritual que tú necesitas que yo sea; tú sabes de la Biblia mucho más que yo, y has sido cristiana por mucho más tiempo”, me dijo Daniel.
Pero, mientras conversábamos, Daniel se dio cuenta de que el plan de Dios para la intimidad espiritual no dependía de la cantidad de tiempo que habíamos pasado en la iglesia, ni tampoco de cuánto sabíamos de las cosas espirituales. Ambos amábamos profundamente a Dios y ese era el lugar ideal sobre el cual empezar a cimentar las bases espirituales.
Ambos estábamos acostumbrados a profundizar en nuestra relación con Cristo por separado, porque habíamos sido solteros por muchos años. Así que, tuvimos que aprender a compartir nuestras profundas e íntimas vidas espirituales para así crecer juntos como matrimonio. En este proceso de fortalecer nuestra intimidad espiritual, he aprendido unas cuantas cosas en el camino:
No tengan ideas preconcebidas
Los pasos que Daniel ha tomado para formar un hogar enfocado en Cristo no eran los que yo esperaba, pero nuestra vida juntos terminó siendo mucho mejor que cualquier cosa que yo haya planeado. Tanto el estilo como la actitud que él ha establecido, proveyeron cimientos firmes para nuestro matrimonio.
Quizás inconscientemente, yo haya esperado casarme con un hombre con vocación de pastor, y Daniel no cumplía exactamente con mis expectativas irreales. Sin embargo, Daniel sí cumplió con el rol que Dios diseñó para él en nuestro matrimonio. Aunque él no se siente conmigo por una hora todas las noches para orar y estudiar la Biblia, él cumple con lo que dice 1 Corintios 13. Él ha incorporado los frutos del Espíritu Santo en nuestro diario vivir y siempre me ayuda a pensar en lo que Jesús diría o haría.
En un ambiente como este, prefiero disfrutar de la aventura de crecer juntos espiritualmente, a estar aferrándome a expectativas preconcebidas.
Anímense el uno al otro
Una de las cosas más productivas que me di cuenta que podía hacer, era animar y empoderar a Daniel con un amor y aprecio genuino. Cuando lo veo tomar un paso espiritual positivo, el solo hecho de apoyarlo le da valor para seguir construyendo nuestra intimidad espiritual.
Estoy atenta a aquellos momentos en donde él se anima a orar en un grupo o a hacer comentarios durante uno de nuestros estudios bíblicos. Me aseguro de hacerle ver cuán orgullosa estoy de él y que reconozco las iniciativas que él tiene. Mientras aplaudo sus esfuerzos por buscar más de Dios, nuestra relación espiritual se hace más fuerte día con día.
Acéptense el uno al otro
Por supuesto que en algunas ocasiones desearía que mi esposo cambiara en ciertas áreas, pero sé que no debo hacerlo quejándome o criticándolo. Una de mis amigas pensaba que, si ella regañaba suficientemente a su esposo, él asumiría su rol como esposo cristiano. Pero, en lugar de eso, lo que ella consiguió fue crear un muro de crítica que impedía que su esposo siquiera lo intentara. Y ahora, años después, ambos se desconocen espiritualmente.
Cuando yo le llevo a Dios mis preocupaciones, Él me enseña a ser paciente y a confiarle a mi esposo. A la vez, yo debo seguir persiguiendo mi crecimiento espiritual sin preocuparme de que mi esposo se quede atrás. Nosotros no estamos corriendo en una competencia, sino que estamos viajando juntos en un camino que perdura toda la vida. Por lo tanto, el progreso de uno o del otro es de beneficio para ambos.
Trabajen en equipo
Daniel y yo tenemos presente que somos un equipo, así que hacemos planes juntos con respecto a las cosas que tienen que ver con nuestra vida espiritual: nuestra participación en la iglesia, las reuniones de grupos pequeños, motivos de oración, estudios bíblicos, el diezmo y otras disciplinas. Nosotros tratamos todos estos asuntos como pareja, aun si ambos no participamos de todas estas cosas al mismo tiempo.
Aunque cada uno de nosotros crezca en áreas diferentes en momentos diferentes, permaneceremos conectados espiritualmente siempre que trabajemos en equipo y oremos el uno por el otro. Orar diariamente es realmente importante para nosotros, ya sea que lo hagamos juntos o por separado. Cuando nos cubrimos el uno al otro con oraciones, tanto nuestra mente como corazón llegan de manera natural a un lugar especial de amor y deseo por ver la obra de Dios en nuestro cónyuge.
Cuando nos animamos, nos aceptamos, y confiamos a Dios aquellas áreas en las que nos quedamos cortos, nos damos cuenta de que nuestra intimidad espiritual es uno de los aspectos más hermosos de nuestro matrimonio.
La Escritura nos enseña que el matrimonio es ordenado por Dios y es parte de su diseño original para nosotros, así como también es una imagen de nuestra relación eterna con Él.
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