El éxito no consiste en vivir sin dificultades, sino en descubrir cómo convertir los obstáculos en oportunidades de vida.
Hace un tiempo estuve visitando a una familia que pasaba por un momento difícil. El padre de esta familia padecía de un cáncer severo. No obstante, lo encontré lleno de alegría y de paz. Él y su esposa se rieron juntos cuando me contaron que ella le había preguntado, días atrás: “¿Cómo quieres el ataúd?”¡Yo me quedé sorprendido! El esposo me comentó: “estamos hablando con nuestros hijos del tema y estoy preparando a mis padres y a mi familia. No pasa nada malo; simplemente estoy a punto de partir”.
¡Esta actitud me impresionó! Porque pone en la perspectiva correcta la vida. Esta familia logró transformar la adversidad en una oportunidad para darle sentido a la vida. ¿Cuánto vivirá este caballero? La verdad es que nadie lo sabe. Lo que sí me quedó claro es que cada minuto, cada hora, cada día, tendrá para él el valor de una eternidad, precisamente porque no sabe cuánto tiempo le queda de vida. Y yo pensé para mí mismo: “así deberíamos vivir todos”.
Mientras él se preparaba para partir, entrenaba a sus hijos para la vida. La forma en que nosotros encaremos los retos que vivamos es lo que va entrenar a nuestros hijos para que también lo logren al crecer. Todo lo determina la actitud. No podemos elegir las circunstancias, pero sí podemos decidir la forma en que vamos a reaccionar ante lo que nos ocurre. La actitud que asumimos frente al desafío que encaramos es lo que va a establecer la diferencia. Es es lo que nuestros hijos observan en nosotros lo que les permite aprender cómo encarar la vida y sus desafíos.
Respuestas que no sirven
¿Cómo enfrentar esos momentos difíciles?
Puede tratarse de la quiebra de una empresa, un divorcio, la pérdida del empleo, un hijo esclavizado a las drogas o el descubrimiento de una enfermedad terminal. Sin importar cuál sea la dificultad, las personas manejan de diversas formas los contratiempos que surgen en la vida:
- Enojarse en extremo, lo cual contribuye a que el problema se vuelva aún mayor.
- Culpar a los demás; lo que lleva a que nunca se resuelva la situación porque se pone toda la responsabilidad sobre otros, y no sobre lo que nosotros podemos hacer.
- Poner enredadas excusas para explicar el por qué de la dificultad, lo que añade innecesarias complicaciones.
- Ocultar la dificultad para que nadie se percate de que existe. Pero nuestros hijos necesitan conocer lo que ocurre de tal forma que podamos permitirles aprender de la situación.
- Convertirse en víctimas. Es indispensable que en medio de la dificultad no convirtamos a nuestros hijos en víctimas. Por ejemplo, convertimos a nuestros hijos en víctimas cuando nosotros nos comportamos como víctimas resentidas, amargadas y frustradas. Pero impulsamos a nuestros hijos al éxito, cuando les enseñamos cómo asumir la responsabilidad en los momentos difíciles.
Perdonar a quienes nos fallaron, nos abandonaron y nos hirieron es clave, porque esto ayuda a que nuestros hijos aprendan cómo hacerlo. Mi mamá cuando enfrentó momentos de traición, dolor o sufrimiento, nunca nos enseñó a odiar, o a recriminar los errores de los demás. Nos enseñó a perdonar y a tener siempre la mejor actitud.
Oportunidades únicas
¿Por qué huimos de los problemas? ¿A qué le tememos? Las dificultades nos presentan oportunidades maravillosas para crecer, aprender y madurar.
¿Acaso no es hermoso abrir el corazón y pedirle a alguien que nos preste el hombro para llorar? Podemos pedir que alguien venga a hablar con nosotros, que eleve una oración a Dios para que nazca fe en nuestro corazón.
Las dificultades crean la oportunidad de poner en orden las cosas, y pedir perdón por las ofensas cometidas. Representan una oportunidad para abrazar a nuestros seres queridos y decirles cuánto los amamos y los necesitamos. Podemos aprovechar la situación para darles las gracias porque han estado con nosotros en las buenas y en las malas. Todo esto hace que la vida cobre sentido.
Cada uno de nosotros posee el potencial para vencer la adversidad, de sobreponernos a los errores o a los malos resultados. Podemos aprender a ver estos momentos como victorias potenciales, momentos que nos brindan la oportunidad de aprender, crecer y al mismo tiempo enseñamos a nuestros hijos. Una dificultad puede ser la ocasión para descubrir lo que yo no había visto hasta este momento. Solamente la dificultad lo trajo a la luz. Por medio de las dificultades, por ejemplo, puedo descubrir amigos del alma, esos que están cuando los demás se han ido. Son los amigos que lloran nuestras lágrimas, que nos acompañan en la adversidad. Quizás descubra la familia maravillosa que dejó de valorar porque estaba muy ocupado. Cuando vienen los tiempos difíciles, son ellos los que permanecieron.
Es tiempo de valorar el regalo de la esposa o el esposo que le ama, de hijos que le alegran la vida. Si estamos atentos, la adversidad puede aportarnos lecciones inolvidables y nuestros hijos saldrán más cerca de nosotros, y con lecciones maravillosas que nunca olvidarán.
¿Qué es lo que hace la diferencia? La actitud frente al reto.
La actitud es clave
Esto me lo enseñó mi papá cuando yo solamente tenía 19 años. Era un estudiante universitario. Una noche choqué el auto de la familia. Con el susto que produce un evento de esta naturaleza llamé a mi papá. Mi preocupación era; “¿Cómo va a reaccionar?, ¿qué me va a decir?” Estaba realmente muy asustado y sensible emocionalmente. Estaba a punto de llamar al hombre más importante en mi vida, al dueño del auto, al hombre que con mucho trabajo había logrado las cosas que tenía. El choque ocasionaría un perjuicio económico, porque el golpe fue muy fuerte. Cuando levantó el teléfono, le informé lo que había ocurrido: “papá, choqué el auto”. Guardó silencio, y luego me preguntó algo que marcó profundamente mi vida: “¿Estás bien?”
“Si papi, estoy bien” —le contesté. “Entonces no hay problema” —me respondió. “Lo demás se puede reparar”.
En ese momento pensé: “qué hermoso tener un papá así, que me valora más que las cosas materiales”. Mi papá dominó sus emociones, supo reaccionar a favor de su hijo, y me enseñó cómo hacerlo cuando me tocara estar en momentos parecidos. La tendencia natural es concentrarse en los daños materiales y, por lo tanto, los padres terminan regañando, humillando, culpando y, por lo tanto, lastiman a sus hijos. Esto produce hijos frágiles, heridos, con miedo, y crecen con temor a la autoridad. Pero lo contrario, produce personas fuertes, seguras, y capaces de canalizar su frustración y dolor.
¡Esto se llama actitud!Es ir más allá de los sentimientos, para enfocarse en lo que realmente importa.